Artículo del día

EN TÍ VIVIMOS

La Sagrada Hostia es la razón de ser de toda la Iglesia católica. Si fuera posible que un día desapareciese la Hostia consagrada, el Santo Sacramento del Altar, desaparecería el sacerdocio, caería el Altar y la Iglesia se desvanecería, porque la Hostia divina es el aglutinante de la humanidad cristiana, es el vínculo de la caridad y el signo de la unidad, porque la unidad es una consecuencia de la caridad, puesto que en la Iglesia de Dios el orden y su unidad no se obtiene por la fuerza, sino que es una consecuencia del amor, y el principio generador del amor, de este amor perenne que se conserva de siglo en siglo, de este sentimiento perpetuo que atraviesa por todas las civilizaciones, de este amor que dura más que las lenguas que lo expresan, que se extiende por todas las direcciones de la humanidad, lo mismo por las alturas sociales que por las más hondas miserias, el principio de donde se deriva este amor es la Sagrada Comunión del Cuerpo de Cristo.

Por esto decimos que el Santísimo Sacramento es el principio generador de la piedad cristiana: por eso a las iglesias que no tienen sagrario con la reserva del Santísimo Sacramento, se las llama “iglesias frías”, porque allí falta el calor esencial de la vida cristiana. Porque todo el amor viene de Dios, y el amor der Dios nosotros lo recibimos por medio de su Verbo encarnado, del dulcísimo Jesús, que salva al linaje humano enamorándolo de Él.

Por esto decimos que el cristiano en estado de gracia es el templo y sagrario del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se simboliza por el fuego, porque es amor sustancial y, si queremos que este fuego divino arda en nuestros corazones antes tiene que haber penetrado Jesucristo; por esto fue necesaria su venida al mundo, antes que el Espíritu Santo se difundiese por la tierra. De ahí que decía que había venido para encender la tierra. En efecto,  el Espíritu de Dios, el amor verdadero, nadie más que Jesús puede llevarlo al corazón del hombre, y por eso es necesaria la Sagrada Comunión, por medio de la cual nuestra existencia se une incluso corporalmente con su existencia; como enseña la sagrada teología, lo que directamente se pone en la Hostia en virtud de la consagración es la substancia de la carne y de la sangre de Jesucristo, esencia o substancia invisible e impalpable, para santificar la carne humana y eliminar los efectos del pecado, para fortalecer nuestra voluntad, y para consolar a las almas con el calor dulcísimo del amor de Dios.

Mons. Josep Torras i Bages

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Noticias Cristianas

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