No es serio referir al Espíritu Santo las iniciativas alocadas y en el mejor de los casos extravagancias que muestran sin vergüenza muchos “infieles” católicos. Mujeres casadas con sacerdotes y que celebran “misa” como sacerdotisas, riéndose de las excomuniones si les llegan; divorciados que se han casado de nuevo y van tan tranquilos a comulgar; mujeres que toman el preservativo o que abortan; médicos que, por compasión o misericordia, fomentan la eutanasia, etc… No es Dios, Espíritu Santo que les guía sino otro espíritu muy diferente. El espíritu malo inclina a uno siempre a hacer su propio parecer o voluntad, poniendo por base la dignidad y libertad humana; no admiten otro orden jerárquico que el propio. Ya no hay mandamientos; no necesitan ni la luz (la verdad), ni otro camino.
Las auténticas inspiraciones del Santo Espíritu revisten, entre otras, estas formas:
Obediencia alegre a las normas de la enseñanza de Cristo.
Son enemigas de dilaciones y tardanzas.
Evitan la tibieza y flojedad en las obras de amor que emprenden.
Buscan hacerlo todo con fortaleza y suavidad a la vez.
Buscan el silencio, en vez de aparecer como noticia.
Jaime Solá Grané