A vosotros, los devotos del Sagrado Corazón de Jesús, os digo: Miráis mucho al Corazón Divino, pero ¡¡¡mirad también vuestro corazón!!! Y sonreíd a las personas con que os cruzáis por las calles. Una tarde al regresar a casa, veo una señora sonriente a la puerta de su casa y le digo: “Por fin, encuentro alguien que sonríe…” Y los dos, perfectamente desconocidos, sonreímos…
Creo que, en general, falta sonrisa en las personas que acuden a la capilla, al Oratorio, al Templo…Claro que van para hacer un acto importante: adorar a Dios, pero recuerden que ya en la vieja liturgia, cuando el sacerdote, por viejo que fuera, subía al altar para empezar el gran Sacrificio decía: Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam…La sonrisa, la simpatía no está reñida ni mucho menos con la adoración al Corazón de Jesús. Al contrario, es la manifestación del amor de benevolencia, signo del auténtico amor.
Comprendo que si son mujeres y si están casadas, tengan escrúpulos de que su sonrisa se interprete como coqueteo y falta contra el matrimonio. Si son consagradas, peor .Respetemos estos escrúpulos como escudo de modestia, ¡pero no iría mal que intentaran un ejercicio de muy fácil caridad!
Me temo que si miráis vuestro corazón, lo hallaréis muy lejos del amor de benevolencia del Corazón Divino, que amaba a todos los hombres, no solo con la oración matinal que hacía a solas , sino muy en especial con su trato a todos y todas. ¿Nadie os ha dicho que Jesús durante su vida nunca dejó de sonreír ni siquiera teniendo presentes todos los dolores que le esperaban? Y vosotros, -especialmente vosotras- por recatadas, os hacéis serias y distinguidas. Por suerte no soy Director espiritual de nadie. Si lo fuera, le diría a mi dirigido: ¡Vaya por la calle sonriendo!
Jaime Solá Grané