Recuerdo que en mi juventud, en la España que ahora llaman franquista, se imbuía a los jóvenes el espíritu de pureza. Mantener limpio el corazón .Por eso, cuando caíamos, teníamos conciencia del pecado. Las jóvenes consideraban un derecho el llegar vírgenes al matrimonio.
Es patente que si comparamos la desvergüenza de las modas actuales con las modas de aquellos viejos tiempo, hemos de reconocer la derrota de aquel espíritu. Los progresistas dicen que el exhibicionismo de hoy es el triunfo de la libertad…Dicen que la modestia y la castidad son cuentos. Que se debe enseñar la sexualidad desde niños… Ya veremos cómo acaba todo esto.
Pero quiero centrar la atención en una “casual coincidencia”: en su obsesión por criticar los tiempos pasados, los progresistas, revestidos con los diversos nombres que forman los partidos de izquierda, no han caído en la cuenta de que los jóvenes de hoy han sucumbido a la comodidad de la mediocridad. El ideal del joven es ser… funcionario. Por el contrario, los que en los años 50 y 60 del siglo pasado éramos jóvenes, teníamos el deseo, la ambición de hacer algo grande. Luchadores sin apego alguno a la propia comodidad. Las grandes instituciones benéficas se crearon entonces, porque no buscábamos nuestro egoísmo, sino el bien general.
Precisamente porque la sociedad actual se ha vendido al sexo y al placer necesita la seguridad de tener dinero …y para ello, lo mejor es ser político o funcionario. Intentan engañarnos diciendo que se crea empleo. Sí, siii… pero empleo público, funcionarios.
La mediocridad es ideal para las democracias dictatoriales. Nuestros modelos son: Cuba, Nicaragua, Venezuela…nuevos paraísos terrenales.
Jaime Solá Grané