La salvación del hombre viene de mirar la Cruz (Jn 3, 14/21)
En el desierto, en el silencio, mirar la Cruz. Impregnarse de la necesidad del sufrimiento. Quien no se mentalice que en el sufrimiento está Cristo, no aceptará la Cruz cuando le llegue. Acto, pues, de entendimiento, previo a la voluntad.
Cristo fue alzado por el dolor. Pues, solo por el dolor seremos levantados sobre las cosas de este mundo. Querer vivir bien y al mismo tiempo estar preparados para recibir el dolor, no es posible. ¿Cómo se explica el hecho de vivir en el dolor y no sentirlo? El que está despojado de las cosas terrenas ya no siente el dolor cuando se las quitan…
En la Cruz donde está Cristo se halla la Vida Eterna. Esa cruz que era necedad por los gentiles y escándalo para los judíos. Pero para los cristianos es dogma de Fe. Por eso, de esta Fe viene la Vida Eterna.
Pero la Fe es obrar en el Amor. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”. Separados del mundo, como Cristo en el Calvario, pero obrando en el mundo. Primero mártires, después apóstoles. Primero la Fe, después el Amor. El Amor sin la Fe, sin Cristo, es una maniobra diabólica. Un sustituto de la doctrina de Cristo. Mayor daño hace un humanismo sin Cristo que un perseguidor de cristianos. Éste hace mártires, aquel hace apóstatas.
Amor es dar lo que más se quiere. Como el Padre dio al Verbo. Pero dar con la virtud cardinal de la prudencia: para obtener el fin deseado, el bien de nuestra propia alma y la de los hermanos. Para esto se requiere el don de la Ciencia para poner orden. Así lo hizo Dios Padre: “El que crea en Él que tenga vida eterna”. Nos dio a su Hijo. ¿De qué habría servido que el Padre nos hubiera dado mayores bienes si hubiera sido para que hiciéramos peor y mayor mal uso?
No somos cristianos… No queremos ni estamos preparados para la Cruz ni buscamos la salvación de los hombres. Cristo se encarnó, no para juzgar las realidades terrenas, las injusticias del mundo romano; vino para la salvación de los hombres por la cruz.
Jaime Solá Grané
