En pleno verano, reproduzco el punto 5 del libro CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS, titulado “Un hombre raro”.
Veo a un hombre que deambula entre un griterío inmenso en las gradas de un campo de futbol. Va preguntando a aquellos seres que parecen unos poseídos:
-. ¿Sabe usted que por su bautismo es hijo de Dios?
-. Somos carne, carne, carne… responden airados, y siguen gritando insultando, bramando.
Ahora el hombre deambula por las playas a tope, cercanas a Barcelona. Hombres y mujeres casi desnudos. Aletargados al sol como caimanes. Pregunta de nuevo:
-. ¿Sabe usted que por su bautismo es hijo de Dios?
-. ¿Qué no lo ve? Somos carne, carne, carne… responden molestos por la interrupción. Y siguen tostando sus carnes.
Luego toma el Medro que va lleno, se aprietan como sardinas en lata. Nadie sonríe. Todos hacen cara de malhumorados. El hombre raro alcanza a preguntar a unos pocos:
-. ¿Sabe usted que por su bautismo es hijo de Dios?
-. Carne somos, carne… responden resignados. Y ya se sabe que la carne no reflexiona.
Nadie quiere arriesgarse a contemplar en su terrible verdad el problema de la miseria y de la grandeza humana.
Es el fruto de las clases dirigentes del país: el hombre ha renunciado a su cerebro y se contenta con ser carne. Queda algún que otro hombre raro