Artículo del día

BRILLEN LOS DEMÁS…

Brillen los demás, pero yo, Dios mío, sea olvidado.

Esta oración tiene algo de heroico cuando se dirige a Dios en favor de personas con las cuales media lo que el mundo llama “rivalidad”.

Vernos sobrepujados por las personas a quienes damos el nombre de rivales. Vernos empequeñecidos cuando ellos crecen. Vernos olvidados cuando ellas obtienen todos los aplausos. Y conservar la paz del alma, dar gracias a Dios y añadir generosamente: “Para ellas la gloria, para mí el olvido”.

Para acudir en auxilio de ellas en esta ocasión continua que nos va dejando abajo, necesitamos una virtud que el mundo no entiende, y a la cual, sobre no entender, ridiculiza y compadece. Para esto es necesario ser santos. Y es porque el Santo considera las glorias humanas, los aplausos humanos, como un sueño que pasa. Porque el Santo, en su trabajo, no busca sino la voluntad de Dios, que le dice sencillamente que trabaje. De nadie, sino de Dios, espera su recompensa; sabe detener sin perturbarse su actividad cuando Dios se lo manda.

Mons. Adriano Sylvain

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Noticias Cristianas

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