Cuando pasamos ante un sagrario cerrado, hacemos una genuflexión, despacio, bien hecha, y sería muy bueno que fuera acompañada por una jaculatoria o alabanza como TE ADORO, MI DIOS ESCONDIDO.
Cuando entramos a la adoración de Jesús Sacramentado, nos arrodillamos e inclinamos la cabeza para revelar que el DIOS ESCONDIDO está manifiesto en el Custodia.
Ante el sagrario cerrado nos mantenemos en presencia del Señor, arrodillados o sentados, para hacerle compañía. El Señor está siempre pendiente de que el abatido, el ignorado, el despreciado, el fracasado, el enfermo, el depresivo el infamado etc…vaya a verter ante Él sus desahogos. Está siempre deseoso de escuchar en especial a los más débiles.
El Adorador que hace su turno ante Jesús Sacramentado en la Custodia, sin dejar de presentarse como lo que es, con todos los problemas, no viene sólo a hacer compañía a Jesús, a cubrir una hora. Va a ADORAR. Como escribe Mons Echevarría :“va de la contemplación de su amor por nosotros, a la declaración rendida del amor de la criatura por Él”.
El Adorador encontrará muchos textos apropiados escritos por Santos y sabios de la Iglesia. Los hallará en Devocionarios. Por mi parte, voy a recordar la síntesis de adoración que hacían nuestros antepasados cuando meditaban ante el Señor: “QUIEN SOIS VOS Y QUÉ SOY YO”… Otra adoración perfecta es rezar, meditándolo, el CREDO de Nicea que, por desgracia, casi nunca se reza en la santa Misa. El llamado Credo largo. Intente aprenderlo de memoria y meditar expresión tras expresión. Es una auténtica adoración a Dios por ser Quien es, por habernos creado, por perdonar nuestros pecados, una acción de gracias incontenible. Otra adoración perfecta es el rezo completo del SANTO ROSARIO, por el cual adoramos todo lo que hizo el Verbo, por mandato de la Santa Trinidad, para nuestra salvación.
Jaime Solá Grané