No sé si será de mucha actualidad pero sí que es bueno reproducir el testimonio de Juan López, tomado de un apunte del 8 de julio de 1990. Transcribo literalmente:
“Mons. Alcides Mendoza, arzobispo de Cuzco me ha dicho hoy: “Desde Chinchaypucyo subíamos a caballo hasta Sumaro; iba acompañado de unas Hermanas Misioneras. A la hermana Paquita, un caballo la hirió en una pierna de una coz. Le insistí que regresara. Me contestó: “Cristo seguiría” y siguió con la pierna herida. Al llegar visitamos a una mujer que sufría parálisis progresiva. Estaba abandonada en el suelo de su choza. Era tanto el hedor que no pude aguantar más de un minuto y medio. Las Misioneras la limpiaron, rezaron el Rosario, la entretuvieron más de una hora… y yo me decía: “Señor, ¡cómo me humillas! Yo, el arzobispo de Cuzco no he podido aguantar ni dos minutos”. Estaba presente el P. Angel que ha recordado la anécdota de Teresa de Calcuta. Un periodista viendo cómo curaba un contagioso exclamó: “Yo no lo haría ni por un millón de dólares”. Y ella había respondido: “Ni yo tampoco”.
Luego el P. Angel ha explicado que en los últimos ejercicios espirituales se había confesado un hombre que llevaba cuarenta años sin hacerlo. Ante esta noticia he sentido la alegría del niño que recibe un juguete nuevo: agobiados por los fracasos, esta noticia es un aliento de vida, de esperanza.
Y he recordado la salida hacia el aeropuerto cuando inicié el viaje. Tardé casi una hora y cuarto en llegarla debido a la cantidad de gente que se dirigía a la playa. ¡Cómo sufre la gente para ponerse tostada! ¡Cuánto esfuerzo hacen para divertirse!… He sentido más pena por ellos que por los machacados que veo cada día…”
Perdone el lector, si el tema transcrito no tiene ya actualidad. Pero a veces puede valer la pena no ser esclavos de la noticia del día.
Jaime Solá Grané