La humildad es la verdad, conocer el lugar que uno ocupa. Todos los hombres, desde el pobre al más rico, desde el sabio al ignorante, desde el poderoso…una día u otro se preguntan: ¿Qué eres, cuál es tu lugar? Y si son sinceros, reconocen que son nada, menos que nada: pecado. La humildad es la verdad de nuestro pecado.
Hoy que tantos clérigos y cristianos hablan de conquistar el mundo…no recuerdan que el mundo llama placer al pecado. No recuerdan que Cristo vino a traer sufrimiento, dolor. No se encontró con el dolor por azar, sino que buscó el dolor. Cuando el cilicio esclaviza, el espíritu está libre.
El seguidor de Cristo tiene que aceptar la manera de obrar de Dios que hace llorar. Por esto, como decía santa Teresa, Jesús tiene tan pocos amigos. Es Dios que te hace morir. Que odies tu vida. Que tu alma esté muchas veces turbada. Que a veces clames : “que pase de mi este cáliz”.
No te aceptes como te piden tus instintos. Hasta que uno no hace de la cruz la esencia de su vida, no sabe lo que es irradiar alegría.