Cuando el 25 de febrero de 1934, fue beatificado san Antonio María Claret, un miembro de su Congregación el P. Juan Echevarría, publicaba el libro Recuerdos del Beato Antonio María Claret, y entusiasmado se refería a la pequeña población donde el Santo había nacido, Sallent, augurando que dejaría la oscuridad histórica de otros pueblos. ¿Por qué? Transcribo: “Sallent no es hoy (1934) ni sombra de lo que será mañana. Esto nos dicen los presentimientos del corazón. Hay allí una casita humilde y santa, como santa y humilde era la casita de Nazaret. Es la Casa donde nació nuestro Beato Padre. Y esa Casa la hemos adquirido sus hijos. Y la veneramos como una reliquia insigne. Y hemos convertido su planta baja en iglesia; y de su piso alto hemos hecho oratorio. Y cuando la oportunidad se brinde , derribados los edificios cercanos y hecho espacio suficiente, levantaremos allí una Basílica, la GRAN BASÍLICA del beato Antonio María Claret, como se levantó en Asís la de San Francisco y en Loyola, la de San Ignacio. Y entonces, esa cuna de nuestro Padre será centro de las peregrinaciones religiosas; la Casa oficial de los Ejercicios Espirituales; y el hogar internacional de los Hijos del Corazón de María…Por eso, Sallent es, para nosotros, un símbolo, una evocación, una esperanza…”
Es cierto que los claretianos construyeron un Centro con estancias religiosas… pero ¡qué decepción la del P. Echevarría y la de los primeros miembros cuando la contemplan desde el cielo!
Nada de esas perspectivas de peregrinaciones religiosas, nada de casa de ejercicios con cola para hacerlos, y ¿hay algo del hogar internacional soñado?
Desde el año 1965 en que terminó el Concilio Vaticano II, las Órdenes Religiosas, casi todas, han ido a la deriva. No se puede imputar sólo, ni mucho menos, a los claretianos, el fracaso de los sueños por la salvación de las almas que tenían el P. Echevarría y sus compañeros.
Sabios como el P. Iraburu han explicado el porqué del hundimiento. En resumen, la Iglesia, y las Órdenes religiosas en especial, han abierto las puertas de par en par a los enemigos del alma. Y una vez, dentro, ¡qué difícil es desalojarlos!
El MUNDO con sus riquezas, comodidades y buenos alimentos, EL DEMONIO con su afán de poder y de mando, LA CARNE, que clama por sus derechos de lascivia.
Apreciado P. Echevarría, Sallent continuará siendo un pueblo oscuro, ignorado. Lo mismo en que se están convirtiendo Loyola y Asís.
Jaime Sola Grané