Querida Madre,
Si mi amor se valorase por la eficacia, temblaría por todos los fracasos, las ilusiones y proyectos que no llevo a término. Me parece que no es cierto que “de buenas intenciones está empedrado el infierno”. A veces las ilusiones son más puras que los éxitos personales. Son como las flores que mueren sin dar fruto. Hazme sembrador, Madre del Cielo, y que otros sean los segadores que se alegran de la cosecha. Prefiero ser flor que se mustia a tus pies.
Si me quieres como alimento, trínchame para ser alimento de mis hermanos hambrientos.
Como Tú no te negaste a la obra de Dios, yo estoy disponible. Como Tú, vacía de Ti, abierta a Dios, fuiste ofrenda para tus hijos, y madre de los hijos que sufren. Enséñame la sabiduría de vaciarme para llenarme de dolor.
Ayer en la comunión me preguntaba qué regalo te daría … ¿Qué puedo darte , repito, mirando tus manos vacías? Hasta que descubrí el objeto de tu espera: te daré tu mismo Cuerpo y tu misma Sangre… que es el Cuerpo y Sangre de Cristo que tengo en el pecho .Es tu Cuerpo y Sangre que tomo cuando comulgo. Tú estás en el Cuerpo de Cristo que día a día tomo.
¡Ojalá pronto pueda escribirte de nuevo!
Juan López