María es la voz que me llama (V)
“En todas las cosas exteriores como trabajo manual o intelectual, comidas, visitas obligadas o de simple pasatiempo, tu alma tiene que tener presente esta idea: Querida Madre, vela por mí; trabaja conmigo, habla conmigo, ora conmigo.
Después de una falta di: Querida madre mía, he sido débil, olvidadizo, malo. Vuelvo a Ti; pide perdón por mí; ofrece en expiación por mí la obra que estoy ejecutando; cuando llegue la hora de confesarme, infúndeme arrepentimiento sincero de mi falta.
En todo tiempo sé pacífico, amable, manso. En la alegría dame las gracias; en la inquietud y temor de algún penoso suceso, acércate más a mi; en el dolor, pronuncia dulcemente el amadísimo nombre de María.
Complácete en decir: María es mi madre, le pertenezco. María es mi reina, la obedezco; María es mi soberana, la sirvo; María es mi doctora, la escucho; María es mi modelo, la estudio; María es mi sostén, me apoyo en Ella; María es mi fuerza, combato con Ella; María es m i refugio, descanso jun to a Ella.
Mons. A Sylvain