María y los afligidos, los pobres de corazón
Son también pobres los que tienen necesidad de consuelo y alegría; y por cierto que el número de estos pobres de corazón es grande, muy grande.
Los hay entre niños: unos están alejados de su familia, otros huérfanos de madre, otros desamparados y sometidos a la privación de caricias que desgarra su tierno corazón. ¡Cuánto debías amar, ¡oh madre mía!, a los huérfanos y a los desamparados!
También hay pobres entre las madres. ¡Cuánto padecen éstas al verse realmente olvidadas de sus hijos, o cuando se los arrebata la muerte! Tú consolabas a esas pobrecitas… ¿no es verdad, María?
Hay pobres entre las personas piadosas, a las cuales Dios, en los secretos de su Providencia, priva de todo consuelo y alegría. ¡Oh María, con qué afecto debías calmar los temores y suavizar las penas de estas almas puestas a prueba!
Sé siempre la consoladora de los afligidos. Por esto, si hoy acude a tu altar para implorar tu auxilio un niño, una madre, un alma contristada, consuélalos, oh María.
Haz sentirá tu ternura a los niños, y a las madres y as las almas afligidas puestas a prueba, muéstrales tu corazón desgarrado y diles: “Después de poco, el CIELO”
Mons. A. Sylvain