María y la Sagrada Comunión
Desde que los Apóstoles empezaron a celebrar la Santa Misa, comulgaba María diariamente, y, según dicen gravísimos autores, el Cuerpo que recibía de Jesucristo se conservaba en su pecho bajo las especies sacramentales, sin corrupción, de una comunión a otra. ¡Cómo ilumina mi inteligencia este piadoso pensamiento: el alma de María constituía perpetuamente el tabernáculo vivo de Jesucristo!
María reproducía en su vida las virtudes que Jesucristo en su estado glorioso no podía ya practicar actualmente.
Al estado de humillación de Jesús en el Sacramento, respondía María con actos de humildad; al estado de víctima de Jesús, respondía con el sufrimiento actual. Si Jesús es pobre en el Sacramento, más pobre todavía María puesto que podía experimentar las privaciones reales de la indigencia. Como Jesucristo, obedecía e imitaba su obediencia sacramental, sometiéndose al último de los ministros de la Iglesia.
¡Oh María, ayúdame a llevar como Tú una vida eucarística. Sean mis días de comunión días de oración, de sumisión, de caridad, de trabajo, unido a Jesús. Por Ti y contigo me acercaré siempre a la Sagrada Mesa; a Ti te rogaré antes y después de la comunión.
Mons. A. Sylvain