Los católicos que voluntariamente no quieren cumplir el precepto de ir a la Santa Misa los domingos y festividades en que la Iglesia ha mandado asistir, continúan siendo católicos, aunque desobedientes y en pecado mortal.
No valen excusas. “Puedo ir en vez del Domingo o vigilia cualquier otro día de la semana.” “Una Misa más o menos, poco importa”. “Es mejor ir a Misa cuando lo sientes”. “En ningún lugar del Evangelio se dice que se tiene que ir a Misa los domingos”. Pero, la gran mayoría, ni buscan excusas. Simplemente no van.
¡Se ha explicado tanto lo que es la Misa!, pero contra la voluntad de no ir, nada se puede hacer…Es la libertad de querer seguir en pecado mortal. La libertad de querer condenarse para siempre…
Hemos publicado en N.C. muchos libros y folletos sobre la Santa Misa que se han difundido gratuitamente. Pero tengo la libertad de insistir ahora también en artículos para decir en síntesis que la Misa es el mismo sacrificio del Calvario que todos conocemos. Con una diferencia: el sacrificio de la Cruz fue sangriento y Jesús se ofreció una sola vez, por todos los pecados del mundo. El sacrificio del altar –la santa Misa-es incruento y puede ser renovado infinitas veces. Alguno dirá: “¿Para qué vuelve a repetir tantas veces Jesucristo su sacrificio? ¿Es que no bastó una sola vez? En el primer sacrificio de la Cruz, nuestro Salvador nos abrió la puerta del Cielo; y en cada Misa nos pone en las manos el tesoro infinito de sus méritos para que los aprovechemos como si fueran nuestros.
Pero tenemos que querer recibir este tesoro. De ahí la obligación que impone la Iglesia de que al menos santifiquemos el domingo con la asistencia a la Misa para recoger los méritos que Cristo nos ganó.
Jaime Solá Grané