Una persona ama cuando con sacrificio se entrega tanto a los demás que se olvida de sí mismo. Busca lo que al otro le puede hacer feliz DE VERDAD, para siempre. Por eso, el que ama no es egoísta; es generoso, acogedor, atento a las necesidades de los otros. Comprensivo con todos… no solo con los de casa y amigos, sino en especial con los “enemigos”, es decir, aquéllos que te hacen algún mal. Por esto da la impresión que el amor es heroico. En realidad, el amor es naturalmente heroico.
Ocurrió en el año 1974 en Argentina. Águeda tuvo un accidente de coche. En el impacto murió su madre y ella, de 21 años, quedó con las piernas destrozadas y desfigurado el rostro. Carlos, su novio, durante seis meses la estuvo acompañando día tras día al hospital. Una mañana, Águeda tuvo un arrebato y la gritó a Carlos: “¡Ya sé que vienes por compasión! Te doy pena. ¡Vete! No necesito limosna de ti ni de nadie” Y se puso a llorar con todas sus fuerzas. Carlos la miró con inmensa ternura: “Águeda, yo te amaba antes del accidente. Y ahora te sigo amando. No amo tu cara, tu belleza, no. Yo te quiero a ti” Después de un año largo se casaron. Ella, de blanco, entró en la iglesia en una silla de ruedas. Carlos, gozoso, la conducía. Sí, ciertamente Carlos la amaba.