Cuenta san Juan Bosco. “Un señor rico se encontraba enfermo hacía dos meses, y la enfermedad se iba agravando cada vez más. Un amigo suyo, buen cristiano, le aconsejó que arreglase sus negocios e hiciera testamento. Al mismo tiempo, se animó a sugerirle que sería prudente y conveniente llamara a un sacerdote.
-. No, respondió el enfermo, confesarme no. No quiero que venga ningún sacerdote. No quiero curas en mi casa.
-. ¿Y si viniese don Bosco?
-. Le veré con mucho gusto. Que venga; pero, a condición de que no me hable de confesión.
Vinieron a invitarme al Oratorio y el sábado pasado fui a visitar a este enfermo… Empecé a hablarle de su vida pasada. Le hice ver la necesidad de ponerse en gracia de Dios y le describí minuciosamente el triste estado de su conciencia. El enfermo me escuchó con toda atención y, cuando hube terminado, me dijo: -. Oiga don Bosco, ¿cómo ha hecho para conocer tan bien todas mis acciones?… Usted lo sabe todo; ¡mi confesión ya está hecha!
-.Señor mío, ¿tendrá ahora dificultad en declararse culpable de todos estos pecados, de arrepentirse y pedir perdón a Dios y hacer un propósito firme de cambiar de vida, si el Señor le concede de nuevo la salud?
-. Ah, ¡no!
-. Pues bien, continué diciendo mientras recogía los periódicos prohibidos y los libros malos que estaban sobre la mesita, ¿me permite que los eche al fuego?
¿Por qué?
-. Porque una de dos: o van estos libros al fuego o tendrá que ir usted a las llamas del Infierno para toda la eternidad.
-. ¡Váyanse, pues, los libros!
Y se levantó una viva llama al echarlos en la chimenea.
.-. Pero esto no basta, señor; tiene que despedir inmediatamente a la persona que usted sabe.
El enfermo ponía muchas dificultades pero, finalmente, se decidió a seguir mi imperioso consejo.
-. Pues ahora, concluí, le daré la absolución.
La víspera de su muerte, fue un amigo a avisarle del peligro que corría y le dijo:
-. Amigo mío, en este mundo todo se paga. Con dinero se obtiene todo. Solamente la muerte no se puede pagar. Por tanto hay que pensar seriamente en la otra vida.
TODO SE PAGA, LA MUERTE ES LO ÚNICO QUE NO SE PUEDE PAGAR. Hay que estar preparados, porque cuando ella venga no hay modo de mandarla atrás.”