Esta idea de que hablar del Infierno o del juicio final es un cuento para espantar niños…ha cundido tanto que incluso parece haber sido asumido por los sacerdotes, alta jerarquía incluida. Decía un “ingenioso”: “Es que tienen miedo de convertirse. Si predican sobre el infierno o el juicio de Dios los primeros que tendrán que convertirse son ellos. Y convertirse es algo… muy ingrato. No trae ventajas…¿me entiende? Convertirse es pesado…”
No es preciso que el converso haya sido un gran pecador: basta con que haya sido mediocre o tibio. “Estos sí, que son difíciles de convertir!”, decía aquel ingenioso.
Se ha venido interpretando como cobardía o respeto humano la no predicación de los novísimos. Pero quizá algo de razón tendría el que lo atribuía a temor a convertirse. A no ser que se hable de los novísimos para decir chorradas, como “Al infierno van sólo los que creen en él”, o “Sólo Dios juzga a los que quieren ser juzgados… porque todo es amor…”
Jesús nos dejó dicho: “Yo os declaro que en el día del Juicio, Tiro, Sidón y Sodoma serán tratadas con menos rigor que vosotras”. En el día del Juicio los ninivitas se levantarán contra este pueblo y lo condenarán”. “La reina del Mediodía se levantará el día del Juicio contra esta raza de hombres y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra a escuchar a Salomón”. Y Para terminar, Jesús ante el Tribunal de Caifás proclamó: Sí, lo osy; tú lo has dicho; pero soy también hijo del hombre, y le veréis sentado a la diestra de Dios, venir sobre las nubes del cielo para JUZGAR AL MUNDO”.
Todos necesitamos la conversión… en especial los sacerdotes y los que viven cómodos en su “fidelidad”.
Jaime Solá Grané