Para los católicos nacidos en España durante la Guerra Civil, todas las Fiestas religiosas, especialmente las de Navidad y Semana Santa, tienen hoy día más sabor de añoranza de las que antaño celebrábamos, que de realidad. Se han convertido en fiestas paganas. Reconozco que poseían una gran fuerza sentimental, con sus belenes, procesiones, visitas a los monumentos…Ayudaban a colmar el alma del creyente de paz y alegría. Pero, aunque creo en los milagros, me apena pensar que estoy refiriéndome a un pasado que no volverá.
El católico de hoy que vive en un ambiente social, impregnado de mentira, disimulo y apariencia, sustenta su fe con la gracia de Dios, mediante la oración en el silencio de las catacumbas precisas para vivir en el mundo sin estar en él. El católico que se deja “distraer” con las mundanidades, pronto acabará marginando su fe. Mundo y Fe son incompatibles. Lo más contrario a la fe son las Navidades y semanas Santas llenas de comilonas, borracheras, y vacaciones. La Verdad que el Hijo de Dios vino a traer a la Tierra no solo descubre la falsedad de la sociedad en general sino también pone en evidencia la falta de fe de los católicos de hoy día.
No entiendo lo que quiere decir Mons. Romà Casanova cuando, para paliar la decadencia cristiana a Catalunya, afirma que sabe con seguridad que “la fe cristiana, como a opción del corazón, se mantendrá en muchos”. No parece que sea muy consistente confiar que la fe cristiana, que exige sacrificio, se mantenga como opción del corazón, frente al “bienestar” que ofrece una sociedad abortista, con familias de toda tipo, con confusión de géneros etc…que tiene por dueño y señor el placer. ¿Cómo van a mantener en el corazón la opción cristiana si nadie les habla de la Verdad de Cristo, y sólo se enaltece como bien supremo, la bondad natural del hombre?
Jaime Solá Grané