Hoy no se convence a nadie con sólo ensalzar la Verdad sobrenatural si no ajustamos nuestra vida a ella, si entramos y salimos de la casa de Dios sin que se trasluzca en nuestro trato que también nuestro corazón es un templo de Dios.
Un siglo muy malo será el nuestro, pero no se puede negar que tiene algo soberanamente bueno: rechazamos la religiosidad de oropel; exigimos contenido veraz de todo aquel que pretende pasar por espiritual y religioso. Gracias a Dios, nuestros contrarios nos exigen una postura tan decidida, una actitud tan valerosa, tan enérgica y tan armónica como la de Jesús, el Maestro divino, frente a los falsificadores de nuestro Credo.
Pero ¿cuál es el secreto de este valor auténtico, de ese arrojo que al defender los derechos divinos y humanos no conoce falseadores “restricciones mentales”, que no se preocupa de las consecuencias que para él pueda tener su clarísima actitud?
- Kühnel un místico moderno, contesta: “Este secreto radica en el encargo de Dios, que pone en el espíritu de su mensajero un DEBES… muy ardiente, que sólo se calla cuando éste cumple orando y sufriendo lo que Dios le impuso. Sólo orando y sufriendo se ahonda la mirada del alma, aprendiendo así a distinguir entre apariencia y verdad. Por eso los vasallos de la verdad son valientes. El esclavo de la mentira no lo es jamás. Durante algún tiempo será temerario, mas luego se vuelve cobarde.”
Decisión, valentía, en cambio, presuponen fuerza auténtica, vigor sostenido por la verdad, que acepta el sacrificio en cualquier forma en que la Providencia se le presente, porque se sabe segurísimo de la ayuda de Dios.
M.B. Kolb