Hoy empieza la Cuaresma del año 2022. La intención de la Iglesia al instituirla fue hacer de ella un tiempo de reparación y enmienda, consagrado al recogimiento y a la oración, a la penitencia y a la práctica de las buenas obras. De este modo quiere honrar el retiro y largo ayuno de Jesucristo que se preparó durante cuarenta días para renovar el mundo con la predicación del Evangelio.
El cristiano procura, siguiendo a Jesús, abstenerse de toda relación exterior que no sea necesaria. Mientras más se aleje de las criaturas, más se acercará a Dios. Se une a Él que ora por todos los hombres en el desierto; y a la oración junta el ayuno; deshecha los consejos de la molicie aceptando los rigores que prescribe la Cuaresma. Y si se trata de un sacerdote, se pregunta: ¿con qué fruto habré de predicar la penitencia y edificar a mi pueblo si yo mismo no la practico en la medida de mis fuerzas?
La Iglesia recuerda hoy las palabras del Profeta Joel: “Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: “Perdona, Señor, perdona a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio”. Así lo entendieron ya antes de la venida de Jesús los pastores encargados por Dios de la dirección de las almas. Samuel derramó tantas lágrimas por el pecado de Saúl que el Señor le reprendió: “¿Hasta cuándo llorarás por Saúl?” Conocidos son los gemidos de Moisés, Isaías, Jeremías, por la incorregibilidad del pueblo hebreo, los de San Pablo y del mismo Jesús por la ceguedad y endurecimiento de este mismo pueblo.
Pero ¿se encuentran HOY ministros de la reconciliación que lloren amargamente por la pérdida de las almas? La fe se apaga, se multiplican los escándalos, se pierde el sentido del pecado… Con la Cuaresma que hoy se inicia, la Iglesia quiere que los católicos hagan súplicas, penitencia, viertan lágrimas, y clamen a Dios para inclinarlo a misericordia.