Reproducimos el texto de Gilberto Dianda para recordar la dignidad del Santo Esposo de la Virgen María.
“Si alguna vez el Evangelio llama a San José padre de Jesús y si Jesús fue reputado hijo de San José, se debe al cuidado amorosísimo que tuvo con el Hijo de Dios, y porque el pueblo, ignorando la inefable concepción de Nuestra señora, no podía menos de creer a Jesucristo hijo del carpintero de Nazaret. Jesucristo, pues, como Dios, tiene por padre a la primera Persona de la Santísima Trinidad, y como hombre no tiene padre, porque fue concebido por obra del santo Amor. Así que San José fue simplemente el custodio, y como se dice comúnmente, el padre putativo. Oíd a este propósito un pensamiento de San Juan Crisóstomo: Comunmente, dice, no son los hijos los que adoptan a los padres, sino los padres adoptan a los hijos. Pero en San José no sucedió así, porque el Hijo de Dios fue el que adoptó por padre a San José y le enriqueció con los dones y privilegios proporcionados a la excelsa dignidad a que quería elevarlo. Porque ser custodio y padre putativo de Jesús quiere decir ser jefe de la Sagrada Familia, defensor de las obras más maravillosas de la Omnipotencia de Dios, guarda de los tesoros más preciosos de la tierra y el cielo.
He ahí porque Jesús amó a San José con afecto de hijo, lo llamó siempre con el nombre de padre, durante su vida terrena y siempre le estuvo perfectamente sujeto. He ahí porque los ángeles del paraíso daban a José los avisos del Señor, revelando a él solo los secretos de la divinidad.
Grande es, por lo tanto, la dignidad de San José, y podemos creer que en el cielo ningún santo, ningún ángel, nadie fuera de Nuestra Señora, ha sido elevado a más alta gloria, ni está más cercano al trono del Señor. Así se explica cómo toda la Iglesia ha sido puesta por el Sumo Pontífice Pío IX bajo la protección de San José.
San José es además protector de los agonizantes, porque tuvo la suerte de morir entre los brazos de Jesús y de María.
Recurramos, pues, a él en las dificultades de la vida y especialmente en el trance de la muerte.
Jesús, dice Santa Teresa, que jamás negó a San José cosa alguna, cuando con él vivía sobre la tierra, podemos estar seguros que nada le negará ahora que reina con él en el cielo.