Meditación del día

23 de diciembre – Meditación del día

Ss. Juan de Kety pb; Garibaldo, Ivo cfs; Asclepio, Murdón, Ni­ fón, Frideberto obs; Beno ab; Dagoberto, Teódulo, Saturnino, Euporo, Sérvulo, Basílides, Evaristo, mrs; Mayota, Victoria vs; Vintila er.

Introito

Maravilla y estupor para los ángeles y para los hombres. (S. Alberto Magno). -Cris­ to hecho de la carne de María, formado de sus entrañas, compuesto de su substancia, ofreció su sangre, pero la ofreció habiéndola tomado de su Madre (S .Euquerio).

Arca incorruptible que por misteriosos caminos recibió y abarcó en su seno al Inmenso y al Incompresible (S. Juan Crisóstomo).

Reina por cuyas manos reparte Dios, y quiere que sean repartidas cuantas gracias y mercedes se conceden al hombre (Gersón).

Instrumento de nuestro perdón, puesto que entre sus brazos sostiene la fuente manantial de la misericordia (Liturgia eclesiástica).

Aula comprensora de los más altos misterios (S. Ambrosio).

Meditación: ¡HÁBLAME EN EL SILENCIO!

No es cosa sin importancia hacer que reine en mí el silencio, y yo admiro a los que cándidamente toman este silencio interior como un punto de partida y no como un resultado laborioso. Hay silencios y silencios: el silencio de la jauría, cuando ha encontrado la pista; el silencio de las golondrinas reunidas bajo los aleros en las mañanas frescas de septiembre; el silencio de mis apetitos desordenados, de mis ligerezas, de mis deseos y de mis fiebres, de mis incoherencias, de mis deseos y de mis obstinaciones; el silencio producido después que el martillo cae sobre el yunque, y el producido después que la lima muerde el acero, cuando me hacen mella las palabras duras y las decepciones, cuando me desconcierta el choque brutal de la prueba; no será siempre el silencio plácido y dulce del niño que duerme; a veces será quizá el silencio heroico y crispado del paciente, a quien se le está operando sin cloroformo.

Creo, Dios mío, que semejantes silencios son los que te dan la mayor gloria, corno en una iglesia, en el momento de la consagración, cuando todo se calla bajo las bóvedas. He visto lágrimas silenciosas, las que tú seguramente habrás

convertido en perlas eternas: las lágrimas resignadas, sin amargura y sin odio, que son buenas porque son verdaderas. Y he visto también esos silencios que son magníficas y solemnes aceptaciones, más sinceras que todas las fórmulas, por elocuentes que sean, y en las que uno se envuelve corno en último sudario.

¿Qué puedo decirte cuando aparezcas? Cuando vengas a llevarme en el último día, ¿podré recibirte con discursos? El gran silencio de la aceptación o del arrobamiento será mi única respuesta, y por eso quisiera prepararla hoy, callándome. No he sido bautizado en mi nombre, sino en el tuyo; no se me pide hablar, sino ser; ni componer frases acerca de la virtud, sino dejarla crecer en mí, corno los pimpollos de las rosas que se abren sin ruido en sus cálices, que resultan ya demasiado estrechos para contenerlos. Todas mis acciones deberían hundir sus raíces en el silencio interior, y debería haber en mi alma un rincón profundo que ignorara los bullicios y los trastornos.

Para obrar mejor, para secundar del modo más suave posible tu operación sobrenatural, debo acallar mis rumores. Te ofrezco, pues, el humilde fruto de mi silencio. En ese silencio hay una victoria sobre todas mis íntimas dispersiones, sobre toda esa ávida multiplicidad, que me arroja ruidosamente fuera de la paz. Hay en él una confesión de que fuera de ti no

existe reposo operante, y de que, corno tu plenitud desborda mi miseria, no tengo más que dejarme invadir por ella para librarme de la muerte. Hay en él, finalmente, un gran deseo tranquilo y firme, el deseo de situarme por fin en lo definitivo y eterno, y de hacer brotar la verdad serena en medio del caos confuso de mis locuras. Mi silencio es tu victoria.

Yo observé este silencio en todas mis acciones. Corno tus discípulos, cuando se callan, es para escucharte, para cederte el puesto, para no estorbar tu acción, y para permitirte modelarlos conforme a tu idea divina. Este silencio no es una puerta cerrada, sino una vía de acceso y el único medio que tenernos nosotros, pobres enfermos para colaborar con el único médico de nuestras almas.

Y si mis palabras no salen más que de la semilla del silencio, si no son más que la expresión de tu pensamiento en mí y acerca de las cosas, podré tal vez esperar que en el día de las retribuciones no me encuentres demasiadas palabras inútiles.

Oración

¡Oh, quién pudiese penetrar, oh Virgen purísima, los gozos y júbilos de vuestro santísimo corazón, cuando destilando los cielos miel y dulzura en el portal de Belén visteis delante de Vos salido, de vuestras entrañas, más limpio y resplandeciente que el mismo sol, al Bien y Remedio del mundo tiritando de frío, y que ya con sus lágrimas comenzaba a hacer oficio de Redentor! ¡Cuando adorándole y besándole los pies corno a Dios, y la mano corno a vuestro Señor, y el rostro corno a vuestro Hijo, y abrazándole ya aplicándole a vuestros virginales pechos, le envolvisteis en viles pañales, y el santo Infante os miró con dulces y alegres ojos, y se os sonrió como niño a su amorosa madre! ¡Cuando visteis descender los ángeles del cielo a adorarle y servirle y a darle música y manifestarle a los pastores, y los mismos pastores venir a reverenciarle y dar vasallaje a su Salvador y Señor (Ribadeneira).

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Noticias Cristianas

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