Ss. Albina v; Isabel, Everardo, Macario, Adelardo, cfs; Apseo, Aítalas, Valentín, Concordio, Naval, Agrícola mrs; Beano, Adón, Inrenión, Elías obs; Isán, Rainardo abs; Teófanes emp;Adelaida emperatriz; Jacob ptc.
Introito
Mundo menor, en quien aun antes de sacarlo de la nada se gozaba de Dios más que, en este nuestro mundo mayor (Sta. Erígida).
Amiga perenne y singularísima de Dios (Bto. Enrique de Suso).
Reverbero purísimo y diáfano de la virtud y gracia del Altísimo (S. Alberto Magno). Inmaculada Virgen nacida de santa madre, revelada con claros resplandores; un rocío divino bañó su alma desde el principio y las leyes más duras suspendieron asombradas su curso (Liturgia eclesiástica antigua).
Altísimo dechado de las maravillas del Todopoderoso. Madre de Dios por privilegio singular; esclava de Dios por una humildad sin ejemplo. Purísima e incontaminada por una gracia casi infinita; mujer igual a las demás mujeres en lo exterior por un sacrificio incomprensible. (Bossuet).
Meditación: ¡TAMBIÉN TÚ ERES GALILEO!
Su amor es tenaz y todo cuanto le pertenece va marcado con una impronta indeleble, con un sello de eternidad. Y aun cuando uno se aleje de él, aunque se pierda entre malas compañías, aunque se extravíe por debilidad o por malicia, se conservan, sin embargo, ciertas actitudes, se pronuncian ciertas palabras y se repiten ciertos gestos, que no han podido aprenderse si no es en su escuela, y el acento delata al alma que ha sido amada por Cristo. Et Galilaeus es! ¡Se ve que es Galileo! Fuera de su casa, se siente uno en todas partes como extranjero; y cuando se ha pertenecido a él, ya no es posible volver a recuperarse no sólo impune, pero ni siquiera totalmente.
Aprender a conocerle, cuando persigue al alma que se ha alejado de su rebaño de buen Pastor, por seguir sus extraviados caprichos y absurdas divágaciones en peligrosas escapatorias… Comprender que su amor es tenaz, y que nunca más podremos pensar absolutamente como infieles, ni impedirle que sea verdaderamente Señor nuestro. ¡Galileo! Señor, cuando yo difería para más tarde el pertenecerte del todo; cuando esperaba no sé qué misterioso plazo para entregarme a ti, para renunciar hasta a mis últimas resistencias y hacerte entrega de mis más caros deseos; cuando iba dando largas, antes que fuese sincero y te reconociese como Soberano y vencedor; cuando iba dilapidando hipotéticos mañanas, cuya aurora retrocedía sin cesar, siguiendo el capricho de mi indolencia egoísta…, aun entonces, Señor, yo era Galileo, y algo de ti vivía aún en mí.., porque diferir para más tarde el momento de tu triunfo definitivo y completo sobre mi perverso orgullo, ¿no era acaso confesar que tarde o temprano te era debido ese triunfo y que yo tenía necesidad de ti? ¿No era declarar que, fuera de esa fidelidad perfecta, toda actitud es provisional, y toda seguridad engañosa?; y al rehusar pagar deudas en seguida, ¿no era reconocer torpemente? -Su torpeza les traiciona como traicionó a tu Apóstol en el patio del sumo sacerdote; su torpeza les traiciona y revela quiénes son todas esas almas que te siguen de lejos, y dejan para más tarde el serte fieles. ¡Galileo! -Se aparta uno de ti después de haberte acompañado algún tiempo; aparta uno de ti con aire distraído y volviendo la cabeza, porque presiente que le vas a pedir un acto de generosidad, que vas a solicitar divinamente su limosna, y -por el momento no se quiere complacerte… Y no se osa mirarte. ¿Por qué será? ¡Ah! Es que se sabe muy bien que una mirada que se encontrase con la tuya obligaría a deponer toda resistencia y a caer de rodillas a tus pies…; y en esa actitud estudiada de abstraerse fuera de ti, no es difícil descubrir el miedo secreto de tu autoridad de dueño, y como la aprensión de tus exigencias ineludibles.
Dios mío, tú no te has cansado de mí, aun cuando mis cobardías sin nombre me quitaban toda dignidad ante mis ojos; encuentro tu ternura hasta en el fondo de mi infidelidad, y puedo verdaderamente vendimiar uvas maduras en los cardos de mis pecados. -Quía amabas me, fecisle me amabilem. -Porque me amabas, me has hecho amable. Todas mis cautelosas artimañas para despistar tu gracia, todos mis malvados esfuerzos para dejar de ser deseable ante tus ojos, todo eso hace brillar más tu amor gratuito, que es el que ha puesto en mí lo que en mí quiere encontrar de amable, tu amor cautivador, del cual no es posible escapar, corno no es posible al pez escapar del mar.
Quid dicam de te? -Infúndeme tus sentimientos, y haz que aprenda a juzgarme corno tú me juzgas; a no quebrar con brutalidades inútiles la caña que se inclina y cede; a no aplastar con gestos de impaciencia y de despecho, con crueldades que tú no inspiras, el pábilo que todavía humea. Enséñarne a tratarme con respeto y con amor por tu causa por lo que te plugo poner en mí. Que menosprecie sin cesar todo cuanto en mi alma o en mi vida trate de emanciparse de tu bondadosa tutela, o reinvidicar derechos o valores imaginarios, en cambio, muéstrame, Dios mío, qui amas animas, cómo puedo yo, y por qué debo volver a encontrar en todas partes y hasta en el recuerdo de mis culpables debilidades los vestigios de tu amor incansable. Un copón no puede servir para usos comunes sin quedar profanado, pero un copón profanado sigue siendo un vaso del altar, y su lugar propio es siempre el tabernáculo. A pesar de todas mis profanaciones tú no has dejado de ser mi Señor y a pesar de mis negativas, por demás obstinadas, y no obstante mis sonadas rebeldías, no han prescrito tus derechos divinos. Soy tuyo… Mi acento siempre me ha traicionado; soy de los tuyos, de tu país de Galilea, desde mi bautismo, y antes de mi bautismo, desde la eternidad, en la que tú me habías elegido.
Oración
Creemos y confesarnos, ¡Oh María, oh Virgen Madre de Cristo! Que la gracia hizo en ti asiento de plenitud; que eres reparadora del común perdido linaje, y que tu venturoso alumbramiento trajo tales gozos sobre la tierra que huyó despavorido el infernal enemigo y se precipitó en sus cavernas dejándonos en la libertad de hijos y coherederos. Por esto rendidamente te rogamos que seas con tu Hijo benditísimo nuestro amparo y nuestra fortaleza, para que por tus sumos merecimientos nos venga toda cosa próspera y entremos, en la participación del bienaventurado reino (Liturgia mozárabe).