Meditación del día

2 de noviembre

Ss.Victorino, Teódoto, Vigor, Jorge obs.; Amigo, Maura, Eustoquio, Domnino, Justo, Romualdo cfs.; Acíndino, Carterio, Estiriaco, Eudoxio, Agapio y Tobías mrs.; Daría Bochana vda.; Marciano, Ernino erms.; Agauno ab.

Introito

Madre de las almas del purgatorio; por tanto roguemos por las almas del purgatorios que fueron devotas de María (Santa Brígida).

Amorosa nube de vida inmortal. (Menologio griego). –Acógenos después de nuestra muerte, recibiendo nuestras almas y llevándolas al cielo. I (El Sabio Idiota). –Tres veces vio San Bernardo descender a la gloriosa Virgen al purgatorio con gran lumbre; y como llegó a la puerta el purgatorio, todas las ánimas de fieles cristianos que estaban allí, a grandes voces decían: ¡Oh Reina del cielo y Madre de Dios, líbranos! y cuando salía, siempre llevaba consigo gran multitud de ánimas (Fr. Ambrosio Montesino).

Rosa divina por cuyo valimiento resucitamos con Cristo, con Cristo, con Cristo subimos al cielo y en Cristo gozamos por una eternidad bienaventurada (B. José de Steinfeld).

Iluminadora de nuestras noches, cuyas tinieblas hace apetecibles, trocándolas en claro día pro el esplendor que despide de su rostro, y en la postrera de la vida nos toma de la mano para que no se nos vayan los pies. (Pedro Celense).

Aquella a quien ha dado Dios entre todos los ángeles y hombres el primado de cielos y tierra, para que, cuando la justicia divina nos condenare a grandes penas y nos echare algún gravamen de trabajo y aflicción, acudamos al tribunal de María, para que ella no dé el mandamiento de amparo, y no pare hasta que revoque la sentencia que contra nosotros en el tribunal de la divina justicia se había dado. (Cardenal Hugo).

Meditación: A LOS QUE LA MUERTE HA DEJADO SOLOS

Déjame, hermano mío, déjame, hermana mía, que me acerque a vosotros, como Jesús se acercó a Marta y a María el día que lloraban sobre la tumba de su hermano Lázaro.

Y, como Jesús, dejadme que os diga:

Duerme, mas voy a despertarle.

¡Sí, nuestros muertos duermen, nuestros muertos se despertarán a la voz de Dios; nos amaremos y esto será para siempre!

Leed en paz estas fuertes y consoladoras palabras, cuyo autor sentimos no conocer.

«Están muertos, has dicho. Por eso lloras. Lloras y repites sin esperanza: Están muertos para siempre. Espera una o dos horas, tú que sólo vives un día, y al punto volverás a verlos.

Dices que están perdidos. No, no. Dios te los guarda.

Los amabas. Jesús los ama más que tú.

Han cerrado los ojos, pero su alma te mira.

No te han dejado nada. Sí, sí, su corazón y tu fe.

Dices que se han marchado. ¿Marchado?

No; han llegado. Son repatriados; tu eres el desterrado.

Dices que ya no existe.. Existen siempre. ¡Viven!

Tú eres quien va a morir; ellos tienen ser infinito.

Dices que esto es una ilusión. No, es el fin de un sueño.

Dices que es el silencio, y es el himno eterno.

Dices que es fruto que se echa a perder y es grano que germina.

Dices que es el hombre en la tierra, y es Dios, y el cielo.

Dices que es noche, y es el despertar de la aurora.

Dices que es fin, y es principio.

Dices que es invierno, es primavera.

¡Cree! Dios dice verdad, el mundo es quien miente.

¡Almas de los seres amados, palomas santas, ascended, ascended; yo os seguiré con la vista para elevarme a Dios, me valgo de vuestras tumbas. Son las escaleras del cielo.

Vuestro sepulcro, caros amigos, es como un tabernáculo donde la humilde hostia todavía difunde sus hermosos rayos; pero creo, sí, creo en el eterno oráculo: ¡Resucitaremos en la gloria de Cristo!

Dejadme, pues, cantar de todo corazón mis esperanzas, pues en mis miembros muertos germina un Cristo inmortal. Mi fe, para hallar a Dios, penetra las apariencias, y sobre mis queridas tumbas, comunico con el cielo.

Dejadme, pues, adornar esa tumba pascual. Viene el alba, y los que duermen despertarán. El ángel levanta la losa, la muerte huye, ¡es el Aleluya!

No obstante esto, lloro aún, mi alma está quebrantada. También se vio a Jesús estremecerse ante una tumba. El llanto del cristiano es como el rocío: ayuda a florecer a la esperanza.

Sí, llorad, pobres abandonados, pero elevad los ojos y ved.

Ved, sólo desde un punto de vista natural, el más fácil de comprender,  lo que es el cielo para ellos, lo que será para todos vosotros muy pronto.

 El cielo es el dulce volver a verse…

El cielo es encontrarse después de algunos años de separación.

El cielo es la reconstitución de la familia ante la presencia de Dios; es juntar el esposo a la esposa, la madre al hijo, el amigo al amigo, para siempre.

El cielo es volver a gozar de las mil cosas que acá constituyen el hechizo de la existencia; es la agrupación de los corazones en un solo corazón.

El cielo es la vida de dos, tres… juntos en lo que tiene de más dulce, sin las inquietudes del mañana, sin los rozamientos del natural, sin el temor de ver acabarse la dicha que se goza.

Estos sencillos pensamientos, un poco sencillamente humanos quizás, ¿no son tranquilizadores, no excitan a decir a nuestros muertos:

Ah, seres queridos, atraedme cerca de Dios? (Mons. Sylvain)

Oración

¿Qué puedo yo hacer, Señora, para servirte, o qué puedo yo decir para alabarte? Tiénenme tan cercado las tinieblas, que no veo la luz del cielo. Y sin embargo, me es fuerza servirte y en alguna manera alabarte, porque si no, ¿a quién podría acogerme cuando fuera llamado del supremo Juez? No me valdrán el oriente ni el occidente, ni el aquilón ni el mediodía; no me esconderán de aquellos rectísimos ojos ni las cimas de los montes ni las entrañas de los abismos, porque por todas partes está tu Hijo, y en donde quiera que él está, allí escudriña y pesa como en lo más alto de los cielos. Y si su juicio fuere para mí sentencia de condenación, ¡cuánto mejor me estaría no ser concebido o a lo menos haber muerto antes mismo de nacer! Bien que necio soy en desearlo, ya que no ser concebido es estar privado de tan gran bien como es ser el ser profetas y patriarcas  hay en el cielo, apóstoles, mártires, confesores y vírgenes tiene allí la Iglesia, los cuales yo ahora invoco en mi auxilio, para que me haga saquen del atolladero de mis vicios, y me hagan agradable a los ojos de Dios. No por eso les invoco  como te invoco a ti; toda su gracia y poder es tan inferior al tuyo, que más das tú sola que todos ellos juntos pueden pedir; y aun mayores gracias nos otorgas de las que nosotros podemos desear, porque eres de todo y de todos la Reina y la Señora. Si tú callares, ninguno en el cielo ha de interceder, ninguno ayudarnos; y si tú suplicas, todos suplican, todos son ministros de tu voluntad. San Anselmo.

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Noticias Cristianas

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