Artículo del día Infierno, "lugar de tormento"

INFIERNO (2) – Santa Teresa de Jesús

Tres siglos antes, otra gran santa, Teresa de Jesús, había descrito así el infierno en su autobiografía:
«Me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio; mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme. Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció como lodo sucio y de pestilencial olor.
Sentí un fuego en el alma que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los dolores corporales tan incomportables, que con haberlos pasado en esta vida gravísimos, y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar, no es todo nada en comparación de lo que allí sentí y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma, un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo encarecerlo. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco; porque aun parece que otro os acaba la vida, mas aquí el alma misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar, a lo que me parece, y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.
Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo no hay que sentarse ni echarse, ni hay lugar, aunque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared; no hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que, con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve. Yo no sé cómo fue, mas bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor que yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos, ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena, porque es otra cosa. En fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.
Cuando yo considero que, aunque era tan malísima, traía algún cuidado de servir a Dios y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Señor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamás me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Señor y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, traía temor de Dios lo más continuo; y veo adónde me tenían ya los demonios aposentada, y es verdad que, según mis culpas, aun me parece merecía más castigo. Mas, con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal; sino que, por amor de Dios, nos quitemos de las ocasiones, que el Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plegue a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adonde he de ir a parar.

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