Artículo del día

Por qué Dios, todo bondad, no perdona a los condenados

El P. Lacordaire lo razona así: «Si fuera únicamente la justicia la que hubiese abierto el abismo, aún tendría remedio; pero es también el amor, el primer amor, quien lo ha hecho: he ahí lo que suprime toda esperanza. Cuando uno es condenado por la justicia, puede recurrir al amor; pero cuando es condenado por el amor, ¿a quién recurrirá? Tal es la suerte de los condenados. El amor que ha dado por ellos toda su sangre, este mismo amor es el que los maldice.
¡Cómo! ¿Habría venido un Dios aquí abajo por nosotros, habría tomado nuestra naturaleza, hablado nuestra lengua, estrechado nuestra mano, curado nuestras heridas, resucitado nuestros muertos; se habría un Dios entregado por nosotros a las injurias de la traición, se habría dejado atar a una columna, despedazar con azotes, coronar de espinas; habría, en fin, muerto por nosotros en una cruz, para que después de todo esto podamos pensar que nos es lícito blasfemar y reír, y caminar, sin temor alguno, a desposarnos con todas las abominaciones? ¡Oh no! Desengañémonos. El amor no es un juego. No se es amado impunemente por un Dios, no se es impunemente amado hasta la muerte de cruz. No es la justicia la que carece de misericordia; es el amor quien condena al pecador. El amor -lo hemos experimentado demasiado- es la vida o la muerte; y, si se trata del amor de Dios, es la vida eterna o la eterna muerte.

About the author

Noticias Cristianas

A %d blogueros les gusta esto: