Es buena nueva el hablar del Infierno. El amor de Dios Padre se manifiesta en las veces en que su Hijo, Jesús, nos avisa para que no caigamos en el sufrimiento eterno del Infierno. Los cristianos que no quieren oír hablar del Infierno, ¿no será porque han perdido desgraciadamente la noción de que su padre es Dios? El amor siempre corrige y advierte. No se cansa de avisar.
¿Qué es el Infierno? Es el mismo fuego de la santidad de Dios que se vuelve castigo contra los hombres que no han querido aceptar su amor de padre. Es el hombre que está en Dios, en el fuego de la divinidad, pero manteniendo su voluntad de rebeldía contra su Creador y Señor. Eternamente rebelde a Dios, un desquiciado para siempre.
El Infierno fue creado para los ángeles delincuentes que fueron los primeros que se rebelaron contra Dios. No sabemos a ciencia cierta qué clase de soberbia fue el pecado de aquellos ángeles; quizá llevados por vana complacencia en sus admirables prorrogativas no quisieron someterse a Dios y buscaron en sí mismos la fuente de la felicidad; quizá Dios les manifestó la futura encarnación del Hijo de Dios y ellos se rebelaron ante la idea de adorar a Éste, revestido de naturaleza humana, tan inferior a la suya.
Tanto la Sagrada Escritura como la tradición afirman que el castigo es eterno. Jesús dijo: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles”. (Mt. 25/41)
Jaime Solá Grané