“Lástima es y muy grande que sólo pocos de los que vivieron siempre dentro del aprisco de la Iglesia sepan apreciar el valor de la magnífica suerte de ser católicos…
Lord Byron suspiraba: “Deseará haber nacido católico”. Uno de los caudillos más célebres de Alemania, de altura moral extraordinaria –aunque protestante- el conde von Moltke decía: “Ha de venir un día en que todos seremos católicos”.
M.B. Kolb explica por qué aún no se ha dado la unión: porque los católicos de “siempre” no son ni fríos ni calientes. “Es un dolor que a Cristo y a su Iglesia se les conozca tan poco y tan mal, pues tanto fuera como también dentro de su redil existen los más injustos prejuicios en contra del catolicismo y muchas veces provocados por los que no son “ni fríos ni calientes”, y otras tantas por el eterno respeto humano. Chesterton, en cambio, veraz y valeroso como casi todos los convertidos, exclama lleno de entusiasmo: “¡Tan pronto como se quiere hacer justicia a la Iglesia católica, tan pronto se comienza a amarla”.
Otro convertido, Owen Francis Dudley declara: “Me habían dicho que se esclavizaría mi espíritu y mi entendimiento, que en adelante no podría pensar con independencia, mas yo he hallado todo lo contrario. He encontrado que Cristo mismo es el contenido de las Iglesia católica, por quien y en quien vive. Ella me ha colocado sobre el fundamento de la Verdad, de donde puede subir mi pequeño espíritu a la alturas más distantes, pues he hallado la Verdad que me hace libre”
Marchant era ministro de Instrucción Pública de Holanda cuando se convirtió al catolicismo. Ningún sacerdote le había enseñado la ruta. Había llegado a la fe católica sin más guía que sus ansias personales de la Verdad. Frente a las críticas que recibió, Marchant publicó la obra titulada “Lo que Dios exige de nosotros”. Allí nos recuerda que los que hemos nacido católicos tenemos sin esfuerzo lo que otros buscan con mil trabajos y lo que encuentran sólo a cambio de luchas incesantes. Nos hace comprender cuán fácil es todo para nosotros, pues las verdades más trascendentales las hemos oído toda la vida… Y se pregunta: ¿HEMOS HECHO ALGO MÁS QUE APRENDERLAS DE MEMORIA? O ¿las hemos conquistado paso a paso, transformándolas en vida, mereciendo así haberlas conocido? ¿Hemos procurado, por la persuasión del ejemplo, que otros gocen de los indecibles beneficios de nuestra fe?
Y termina Kolb: “¡Cuán necesario, cuán oportuno es este examen de conciencia para todos nosotros, pero más para los cristianos de fría costumbre, para los de triste rutina”.
Si Kolb escribía esto en la década de los años cincuenta del siglo pasado, hoy me temo que escribiría desolada:
“Los católicos han dejado de hacer apostolado porque han dejado de creer en la Verdad. No valoraron la herencia recibida y Dios les ha castigado con la confusión, como castigó a Babel.”
Jaime Solá Grané