Me limito a transcribir de la Crónica de Bonetti , uno de los primeros sacerdotes que siguieron al Santo, la muerte de uno de sus compañeros, Luis Marchisio, de 22 años. “Don Bosco nos contó un diálogo sostenido con él hacía algún tiempo, que demuestra que aquel joven estaba resignado a morir, y así mismo la maña de Don Bosco para infundir en el corazón de los enfermos el amor al paraíso y hacerlos partir de esta vida con el vivo deseo del cielo. He aquí el coloquio:
-.Marchisio, le dijo Don Bosco, cuando llegues al paraíso, hazme un encargo.
-. Sí, con mucho gusto, si yo puedo, contestó el joven.
-. Apenas llegues a la gloria celestial, saluda a la Virgen María de mi parte y de la de todos los jóvenes del Oratorio.
-. Lo haré y ¿qué más?
-. Dile que derrame desde el cielo toda suerte de bendiciones sobre el Oratorio.
-. También se lo diré.
Don Bosco prosiguió:
-. Ven pronto a hacernos una visita, para contarnos qué hacen y cómo se encuentran los jóvenes del Oratorio.
-. ¿Me dejará venir el Señor?
-. Se lo preguntarás: si te lo consiente, bien; y si no, te contentarás con mirarnos desde el cielo y rogar por nosotros, para que podamos ir pronto a hacerte compañía.”
Reflexiona Bonetti: “Fue grande la paciencia de Marchisio hasta el último instante y mantuvo una gran devoción a la Virgen hasta los últimos latidos. Así aprenden a morir los jóvenes afortunados que tienen la suerte envidiable de vivir con Don Bosco”
Se encuentra hoy día esa ingenuidad y franqueza de trato a Dios?