Jesús, en su pasión y muerte, quiso enseñarnos que la causa de todos sus padecimientos era –es- su intenso amor hacia los hombres. Y en especial, ama a los que sufren la violencia de tener que huir de sus casas, de esconderse para intentar salvar la vida, de sufrir casi hasta la desesperación como hemos podido ver en terribles imágenes.
Es evidente que Jesús sufrió porque quiso ser como uno de estos perseguidos. Con un soplo habría podido aniquilar a sus perseguidores. Cuando dijo “Soy Yo”, cayeron al suelo y allí habrían quedado postrados si Él no les hubiera permitido levantarse. Porque Jesús es Dios y domina los acontecimientos. Sus enemigos tuvieron que mantenerse inmóviles mientras Él los obligaba a escuchar cuanto quería decirles. Perdió la libertad y fue maniatado porque Él lo consintió. No fueron sus enemigos que le prendieron; fue Él que se dejó prender por amor.
¿Qué podemos decir a estos hombres y mujeres, unos desesperados, otros abatidos, que sólo esperan la venganza de sus opresores? Hay momentos en la vida en que las palabras no sirven. Los cristianos solo podemos hacer una cosa: Pedir al Señor un milagro.
Oración:
No podemos decirles que te imiten en la Pasión porque no te conocen; nadie les ha hablado de Ti. Si te conocieran, comprenderían el valor de su sufrimiento. Pero, hemos querido respetar tanto y tanto las falsas religiones que ahora su religión no les sirve de apoyo alguno. Por tanto, el ejemplo de la cruz que Tu sufriste por TODOS, no es ejemplo para ellos. Por esto, pedimos un MILAGRO, esto que hoy día todos pedimos pero que nadie espera. Un milagro para que los vencedores se humanicen y …perdonen. Te pedimos un milagro, Señor.
Jaime Solá Grané