Meditación del día

27 de agosto

Ss. Mónica, Margarita vdas; Marcelino,Juan,Serapión, Pedro, Antusa, mrs;Cesáreo, Licerio, Siagrio, Rufo, Namo obs;Hugo, Sabas, Alejandro mrs; Eulalia v; Pemón an.

lntroito

Como no se puede pasar de la noche al sol sino por el alba, tampoco quiso Dios que  alguno pasase del pecado mortal a la gracia sino por María. Hermano, no desesperes. Quieres ser curado?

¿Quirese sanar de tus heridas mortales?

Si las enfermedades de pecados te traen cansado, atemorizado y triste en la noche en que has vivido pide misericordia· a. esta nueva abogada y piadosísima Madre. Y si tienes miedo de allegarte a Jesucristo, porque no sólo es hombre y hermano tuyo, sino omnipotentísimo Dios de majestad infinita, allégate a esta Virgen sagrada, mansa y piadosa, y si hallares en ella algún rigor, de justicia, yo te doy licencia para que la temas (S. Juan de Ávila).

No hay palabras para alabar la gran misericordia y bondad de Dios, que compadecido de nuestra flaqueza ha venido en nuestra ayuda con tan alta y nobilísima medianera, como tenemos en María Santísima. En ti, Señora, tenemos abogada diligentísima y poderosísima para defendemos delante del inapelable tribunal del Sumo Juez; en ti tenemos todos mediación para lograr remedio segurísimo en nuestras dolencias. Cierto es que Dios ni dejará sin remedio ni condenará a quien tú defiendas y por el cual tú intercedas. (S. Buenaventura).

Todo vive al calor de tu piedad, benditísima Señora, porque tus larguezas hinchen los cielos y la tierra. Ve, pues, cómo nos has tendido tal red de favores, y nos has rodeado y estrechado con tales cadenas, que ya no podemos con razón huir de ti, ni desprendemos de tus manos, sino que nos es forzoso descansar en tu seno. Corred, pues, cuantos amáis justicia y codiciáis verdad, y saludad a tan noble y suavísima Señora diciendo: Dios te salve. (S. Buenaventura).

Meditación: FRAY GIL SE HACE FRANCISCANO

Porque el ejemplo de los hombres santos mueve a los otros al desprecio de los placeres transitorios y al deseo de la salvación eterna, diré lo que el Espíritu Santo obró en nuestro santísimo Padre fray Gil que, siendo aún seglar, movido de este divino Espíritu, comenzó de por sí a pensar cómo podría agradar a solo Dios en todas sus acciones.

Por este tiempo San Francisco, como pregonero enviado por Dios para ejemplo de vida, de penitencia y de santa humildad, dos años después de su conversión, atrajo a un hombre de admirable prudencia y muy rico de bienes temporales, llamado Bernardo, y a Pedro Catáneo, y los indujo a la observancia de la pobreza evangélica, de suerte que, por su consejo, distribuyeron a los pobres, por amor de Dios, todos sus tesoros temporales y abrazaron la regla de penitencia, la perfección evangélica y el hábito de los frailes Menores, pro metiendo con grandísimo fervor esta observancia para todo el tiempo de su vida: y así lo cumplieron perfectísimamente.

Ocho días después de esta conversión y distribución de bienes, viendo fray Gil, el cual aún andaba en traje seglar, el desprendimiento de tan notables caballeros y ciudadanos de Asís, que a todos había causado admiración, se sintió encendido en el divino amor y, al día siguiente, que era la fiesta de San Jorge del año 1209, muy temprano y bien solícito de su salvación, se fue a la iglesia de San Jorge, donde estaba el monasterio de Santa Clara, y después de hacer Oración, llegado del gran deseo de ver a San Francisco, se dirigió hacia el hospital del leprosos donde habitaba en compañía de fray Bernardo y de fray Pedro Catáneo, retirado en una choza con suma humildad. Al llegar a una encrucijada de cuatro caminos, no sabiendo cuál elegir, se encomendó a Jesucristo, precioso guiador, que lo condujo derechamente al tugurio mencionado. Pensando estaba en el asunto a que venía, cuando le salió al encuentro San Francisco que volvía de orar en el bosque.

Fray Gil se le puso inmediatamente de rodillas, y le pidió humildemente que lo recibiese en su compañía. Reparando San Francisco en el aspecto devoto de fray Gil, le contestó:

-Hermano carísimo, te ha hecho Dios una grandísima gracia. Si viniese a Asís el Emperador y quisiese hacer caballero o camarero suyo a un ciudadano, ¿no debería éste alegrarse mucho? ¿Cuánto debes alegrar tú, escogiéndote Dios por caballero y servidor suyo amadísimo en la guarda de la perfección del Santo Evangelio? Ten firmeza y constancia en la vocación que Dios te ha dado.

Y tomándolo de la mano, lo levantó, lo introdujo en la referida choza y dijo a fray Bernardo:

-Dios nuestro Señor nos ha mandado un buen hermano, alegrémonos todos y comamos en caridad.

Después de la comida, San Francisco marchó con fray Gil a Asís a buscar paño para hacerle el hábito. En el camino les pidió limosna una pobrecita por amor de Dios, y no sabiendo cómo socorrerla, San Francisco se volvió a fray Gil con una cara de ángel y le dijo:

-Por amor de Dios, carísimo hermano, démosle esa capa a la pobrecita.

Fray Gil, que estaba deseando que el Santo se lo dijese, obedeció con tal prontitud de corazón, que le pareció a San Francisco ver volar inmediatamente aquella limosna al cielo, y fray Gil se elevó también en derechura con ella, porque sintió en su interior indecible gozo y una nueva mudanza. Habiendo traído San Francisco el paño y hecho el hábito, recibió en la Orden a fray Gil, que por su vida contemplativa fue uno de los gloriosísimos religiosos que tuvo el mundo por aquel tiempo. Inmediatamente después lo llevó en su compañía a la Marca de Ancona, cantando y alabando con él magníficamente al Señor del cielo y de la tierra. Dijo San Francisco a fray Gil: Hijo, nuestra religión ha de ser como el pescador que echa sus redes y aprisionando multitud de peces recoge los grandes y echa los pequeños al agua.

Admiróse fray Gil de esta profecía, porque aún no tenía la Orden más que tres frailes y San Francisco. Aunque éste no predicaba todavía públicamente al pueblo, amonestaba y advertía por el camino a hombre y mujeres, diciéndole sencillamente:

-Amad y temed a Dios, y haced penitencia de vuestros pecados.

Y fray Gil añadía:

-Haced lo que os dice mi Padre espiritual, porque está muy bien dicho.

Oración

Serenísima Virgen, santa Madre de Dios: por los merecimientos de tu gloriosa Asunción y por el grande amor que mostró tu Hijo benditísimo subiéndote a tan alto trono, dame tener virtud y fortaleza contra todos tus enemigos y conquistar el celestial reino. Bienaventurada eres, ¡oh Virgen María! y merecedora de alabanza, porque de ti vino al mundo el Sol de Justicia, Cristo Señor nuestro. Como el cedro en el Líbano y el ciprés en Sion, te levantas tú en el pueblo escogido, y como selecta mirra exhalas perfumes en la congregación de los santos. Entronizada estás sobre los coros de los ángeles, desde donde bañada de gloria señoreas sobre todas las cosas y ayudas a los que glorifican tu nombre. (S. Anselmo).

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Noticias Cristianas

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