Artículo del día Para vivir feliz

QUIERO SER SACERDOTE

Seminarians attend a ceremony at the Vatican, 05 February 2005. Vatican Secretary of State Cardinal Angelo Sodano told AFP there was "no cause to be concerned" about the health of Pope John Paul II, adding he was certain the pope would overcome his present illness. The optimistic statement raised hopes that the pontiff Sunday would make his first public utterance since being hospitalized with an acute respiratory infection, and perhaps also make a brief appearance at the window of his suite of rooms at the vast Gemelli polyclinic hospital. AFP PHOTO/Paolo COCCO

María Luisa era una amable niña, sencillísima, algo seria. Rara vez se la había visto reír.

Tenía todas sus complacencias en las ceremonias religiosas, pero lo que más le gustaba cuanto oraba en la Iglesia era la vista del sacerdote cuando oficiaba en el altar.

Pues bien, del fondo de esta alma, todavía indecisa, se elevó paulatinamente una extraña aspiración.

Cierto día, hallándose de recreo en el colegio, se la comunicó a sus compañeras diciéndoles: Quiero ser sacerdote.

Sus compañeras se rieron despiadadamente.

No hablaba ya del deseo de su alma, pero estaba triste. Pasó un año. La niña cayó enferma.

Se agravó la enfermedad y pronto echaron todos de ver que sus días y aun sus horas estaba contados.

El sacerdote que la preparaba para el cielo, y la conocía íntimamente, acordándose entonces del candoroso deseo que había alimentado en su alma, quiso darle toda la alegría de que era capaz y a la cual aspiraba.

-¿Por qué, hija mía, deseas ser sacerdote? -le preguntó.

-Hubiera deseado decir misa.

-¿Pero no sabes que esto es imposible?

-¡Oh no! -dijo la niña sonriendo con tristeza.

-¿De modo que te gustaría mucho?

-¡Ah! -se limitó la niña a contestar con sencillez.

-Pues bien; si lo quieres, puedes hacer algo que se parezca mucho a la misa. ¿Te gustaría ofrecer tu vida a Dios, a fin de que Dios salve a Francia? Entonces serías como un sacerdote.

-Sí, sí, -exclamó la niña.

Su cuerpo postrado por el dolor se estremeció, y en su mirada se manifestó la expresión de una celestial bienaventuranza.

Una sonrisa suave y placentera iluminó su rostro y no la abandonó hasta el fin; y levantando, como lo hace el sacerdote en el ofertorio, sus dos manecitas abiertas, que sostuvo el sacerdote, murió casi realizando su deseo.

María Luisa había ofrecido un sacrificio; había dicho su misa.

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Noticias Cristianas

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