No me voy a referir a los cristianos que trabajan mucho y al llegar la noche exclaman satisfechos, lo que Jesús enseñó: «Siervos INÚTILES SOMOS”… Voy a referirme a los que la sociedad tiene por inútiles de verdad: desocupados, viejos, enfermos, monjas de clausura y aquellos que pasan los días en soledad, creyendo que su existencia es estéril y que no tienen razón alguna para ocupar un lugar en la tierra.
La Iglesia católica enseña que lo único importante en la vida es la ORACIÓN. Todos los esfuerzos se derrumban y pierden su pretendida EFICACIA si no hay el respaldo de la oración. ¡Cómo cambiaría el mundo si los inútiles ocuparan sus horas rezando a Dios, pidiéndole por la paz del mundo, la conversión de los pecadores, la caridad de unos con otros, el cumplimiento, no tanto de las perversas leyes humanas, como de los mandamientos de Dios!
¿Saben por qué aún no ha explotado la masa de bombas atómicas acumuladas por muchos países y por qué la tierra sigue aguantando? Porque hay más de diez justos que rezan; los que Dios no encontró en Sodoma y Gomorra. De haberlos hallado, aquellas ciudades perversas habrían seguido existiendo, ignorando quienes las habían salvado. Los inútiles son los que HOY salvan la Tierra, no los políticos, las nefastas multinacionales, las grandes empresas energéticas etc…Éstos se quedan con la gloria, con el poder, con el dinero, mientras los inútiles con sus oraciones hacen el auténtico trabajo. El que se consume en un trabajo oscuro, sin gloria, el anciano que ya no tiene fuerzas ni para sonreír, el canceroso en su casa o en el hospital en la sala de incurables, el pobre que ha pedido limosna y se acurruca en un rincón de la calle, el depresivo incapaz de levantarse etc… éstos, con su aceptación resignada ofrecida a Dios, son los auténticos útiles.
Jaime Solá Grané