Salía expulsado de la casa en que habitaba lleno de felicidad con sus hermanos;
Salía proscrito de su querida Francia; Salía arrojado como un malhechor; Salía desterrado… para siempre quizás, lejos de aquellos a quienes amaba y de los cuales sabía que era amado.
¡Pobre y amado desterrado! -murmuró su maestro. Lo que hay de verdadero, de doloroso, de desgarrador en una vida sin apoyo, sin auxilio, sin afecto, sin abrigo, y nos parecía oírle llorar, al repetir esta queja, que cae como un sollozo después de cada estrofa:
El desterrado por doquier se halla solo.
He ido a un país nuevo.
He pasado por pueblos; me han mirado, yo los he mirado, y no nos hemos reconocido.
¡El desterrado por doquier se halla solo!
-No, esta exclamación no; es demasiado dolorosa. Añadamos esta otra:
-¡Dios mío, no está sólo el desterrado!
Cuando veía al declinar el día, elevarse del fondo del valle el humo de alguna chimenea, me decía: Feliz el que vuelve a encontrar por la noche el hogar doméstico y en él toma asiento en medio de los suyos.
¡El desterrado por doquier se halla solo!
¡Pero con Vos, oh Dios mío, no está sólo el desterrado!
Hermosos son estos árboles; hermosas estas flores, pero no son las flores ni los árboles de mi país; no me dicen nada.
¡El desterrado por doquier se halla solo!
¡Pero con Vos, oh Dios mío, no está solo el desterrado!
Este arroyuelo se desliza suavemente por la llanura, pero su murmullo no es el mismo que oí en mi infancia; no lleva a mi alma ningún recuerdo.
El desterrado por doquier se halla solo.
¡Pero con Vos, Dios mío, no está sólo el desterrado!
Me han preguntado: ¿Por qué lloras? Y cuando lo he dicho, nadie ha llorado, porque no me entendían.
¡El desterrado por doquier se halla solo!
¡Pero con Vos, Oh Dios mío, no está sólo el desterrado!
¡Con Vos, oh Dios mío, no está solo el desterrado!
Para comentar debe estar registrado.