Artículo del día Para vivir feliz

BRILLEN LOS DEMÁS, PERO YO, DIOS MÍO, SEA OLVIDADO

Esta oración tiene algo de heroico cuando se dirige a Dios en favor de personas con las cuales media lo que el mundo llama rivalidad, ese sentimiento que, apreciado con ojos humanos, excita al trabajo, sostiene en la fatiga, anima en la lucha.

Vernos sobrepujados por las personas a quienes damos el nombre de rivales, vernos empequeñecidos cuando ellas crecen, vernos olvidados cuando ellas obtienen todos los aplausos.

Y conservar la paz del alma, dar gracias a Dios y añadir generosamente:

Para ellas la gloria, para mí el olvido, ¡ah, qué heroico es esto!

Para acudir en auxilio de ellas en esta ascensión continua que nos va dejando abajo, necesitamos una virtud
que el mundo no entiende, y a la cual, sobre no entender, ridiculiza y compadece.

Para esto es necesario ser santos.

Y es porque el Santo considera las glorias humanas, los aplausos humanos, como un sueño que pasa.

Porque el Santo, en su trabajo, no busca sino la voluntad de Dios, que le dice sencillamente que trabaje. De nadie, sino de Dios, espera su recompensa; sabe de­ tener, sin perturbarse, su actividad cuando Dios se lo manda; ve, sin perturbarse tampoco, a pesar del estremecimiento de su corazón -penoso a veces, mas reprimido con viveza,- que la gloria que brilla en su rostro, brilla también en el de los otros que con él trabajaban.

¡Oh, qué grandes son los Santos! ¡cuán fuertes son, cuán generosos!

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Noticias Cristianas

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