Ss. Camilo de Lelis; Francisco Solano, pbs; Aguila, Hilario, Deotila, Gertrudis, Onésimo, Rufino,Avenando, cfs; Heracles, Optaciano, Ciro, Marciano, Landerico, obs; Rolando, ab; Focas, Justo, mrs; Tuscana, vda; Bta. Angelina.
Introito
Salvarse las almas pudo ser sin cooperación alguna de los santos, y aún sin la de María hubiera podido salvarse el buen ladrón si así Nuestro Señor lo hubiese querido; pero la especial cooperación prestada por Nuestra Señora con su consentimiento en ser Madre de Dios, era indispensable, porque sin ella, Nuestro Señor no hubiera nacido cuando nació, ni como nació; no hubiera tomado entonces ni de aquel modo carne pasible y mortal, y por consiguiente el plan divino de la Redención del mundo hubiera sido frustrado, no en la sustancia, pero sí en el tiempo, y en el modo, y en los agentes de su ejecución. Para que aquel plan se realizara de todo punto conforme a la voluntad de Dios, necesaria fue la aquiescencia, plenamente libre, del amor de María: Bethleen, Nazareth y el Calvario, de esa aquiescencia procedieron (P. F.G. Faber ).
María, mar en el cual nunca echarnos las redes de la devoción que no salten peces de divina suavidad (Bernardino de Bustos).
Resplandor de serenísima lumbre que baña de luz los entendimientos de sus devotos (Blosio).
Insigne y segurísima arra de salud; apoyo firmísirno de salud para los hombres (5. Juan Damasceno).
Amable intercesora ante su Hijo benditísirno, cuya justicia encendida por nuestros pecados aplaca y convierte en arroyos de piedad (Ricardo de S. Lorenzo).
Meditación: LA FALTA DE RESPETO A JESÚS EUCARISTÍA
Tengamos la seguridad de que, si sentimos un gran respeto a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el adorable Sacramento del altar, vamos a alcanzar cuanto deseemos. Ya que las procesiones eucarísticas son todas dedicadas a adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar, y a desagraviarle de los ultrajes que en dicho Sacramento recibe, formemos en dichas procesiones, vayamos en su seguimiento con aquel mismo respeto que le mostraban los primeros cristianos siguiéndole en sus predicaciones, durante las cuales no pasaba jamás por un lugar sin derramar allí toda suerte de bendiciones.
Con innumerables ejemplos nos muestra la historia cuán duramente castiga Dios a los profanadores de su adorable Cuerpo y de su preciosa Sangre. Una vez hubo un ladrón que entró en una iglesia durante la noche y se llevó todos los vasos sagrados donde se guardaban las sagradas partículas; y con aquella preciosa carga se encaminó a un lugar llamado plaza del. Dionisio. Al llegar allí, miró de nuevo los vasos para ver si había dejado aún alguna partícula. Había una todavía, la cual, al ser abierto el copón, salió milagrosamente del vaso revoloteando alrededor del ladrón; aquel prodigio hizo que fuese descubierto por la gente y detenido el criminal. Dióse parte al cura de S. Dionisio, y éste avisó al obispo de París. La Sagrada Hostia permaneció suspendida en el aire. Entonces, acudió el obispo con todos sus sacerdotes y gran número de fieles devotos que formaban también parte de la procesión, y la Hostia fue a posarse en el ciborio del sacerdote que la había consagrado. Fue llevada a un templo, y en el mismo se hizo la fundación de un oficio semanal en memoria de este gran milagro.
Decidme, ¿qué más nos falta considerar para sentirnos movidos a reverencia ante la presencia de Jesús, así en los templos como en las procesiones? Acudamos, pues, a Él con gran confianza; es tan bueno, es tan misericordioso, nos ama tanto, que podemos estar seguros de alcanzar cuanto le pi damos; mas seamos siempre humildes, puros, saturados de amor de Dios y de menosprecio del mundo… Cuidemos de no dejarnos llevar de distracciones… Amemos de todo corazón al Señor, y con ello alcanzaremos, ya en este mundo, una vida semejante a la de la gloria.
Oración
El que con el peso de las congojas y amarguras de la vida se siente desfallecer, que acuda a ti, purísima Reina; y si quiere cobrar aliento basta que abra sus labios y te diga: Dios te salve. Y de saludarte, ¿quién podría estorbárnoslo, siendo tú, Señora y Madre nuestra, la vida, la dulzura y la esperanza de todos? Y no solamente los hombres, sino las mismas criaturas te reverencian y te saludan, porque conocen que habiendo sido por tu intervención reparado el orden de la naturaleza, son deudores de que puedan de nuevo encaminarse hacia el fin al cual han sido destinadas. Su voz es una, y su alabanza no cesa reverenciando en ti a la Reina de los ángeles y de los hombres. Si en nosotros no es tan continuo, es sólo al parecer, pues harto sabes, Señora, que en pos de ti se nos va el corazón, y cuando una y otra vez te saludamos, ¿no es eso decirte que nuestro saludo se renueva para que nunca se le dé por acabado (S. Buenaventura).