Algo así escribía el Obispo de Ginebra al Papa Paulo V dándole cuenta de su diócesis: «Annecy es una villa de la diócesis en la que tuvieron que refugiarse sus obispos hace unos 60 años, por la rebelión de la propia ciudad episcopal: Ginebra. Tal rebeldía ha arrastrado a un buen número de parroquias». San Francisco de Sales será un gran artífice de la reconquista de Ginebra, feudo calvinista. Así el día en que el rey Enrique IV de Francia le ofrecía un espléndido obispado, él pudo contestar rotundamente: «Majestad, estoy casado; me he desposado con una mujer pobre -la Iglesia de Ginebra- y no puedo dejarla por otra más rica».
Desde muy joven había deseado entregarse a Dios, pero tuvo que recorrer un largo camino. Después de viajar por toda Europa: París, Padua, Roma… regresa a su tierra en 1592. Contaba con 25 años y una cultura excepcional. Su padre tenía grandes planes sobre él, pero Francisco decide ser sacerdote. En 1593 es ordenado y le vemos en sus primeros años de ministerio predicando y confesando en la ciudad de Annecy y por las aldeas vecinas.
Misionero
El Duque de Sabaya tenía en su territorio una provincia en poder de los protestantes, y pide misioneros al Obispo de Ginebra. Francisco acepta esa difícil evangelización. En 1594 inicia su trabajo. Fueron meses muy duros, sin lograr ninguna conversión, y con no poca oposición. Era una provincia devastada por las guerras, pero peor estaban las almas que debía convertir.
Es en esta época de su vida cuando ocurre lo que corona a San Francisco de Sales como patrono de los periodistas católicos: los protestantes, movidos unos por el miedo, otros por los respetos humanos, no acuden a escuchar la predicación de los misioneros. Los esfuerzos para hacerse oír resultan inútiles. Cambia de táctica, y se dedica por el día a redactar hojitas, que por la noche se distribuían por las puertas de las casas: ya que no le querían oír, al menos le leerían. La empresa obtiene gran éxito. En 1598, cuando el Obispo de Ginebra fue a realizar su visita pastoral, pudo recoger gran cosecha de católicos.
Fundador
San Francisco de Sales fundó las religiosas de la Visitación o Salesas. Dios para ello puso en su camino una mujer excepcional: la baronesa de
Chantal, viuda. Ambos se esforzaron en responder a una necesidad muy viva: hacer accesible la vida religiosa a quienes por su salud, educación o compromisos en el mundo no podían acceder a las Órdenes entonces existentes. Su difusión fue muy rápida. La causa era la gran sabiduría con que Francisco había compuesto sus Constituciones: sin austeridades espectaculares logra abnegar la propia voluntad y sumergir al alma en un ambiente de caridad, de· amor de Dios, de continua oración y mortificación. No predica una santidad sencilla y sin renuncias, más bien las exige: su suavidad se fundamenta en la oración, el cumplimiento estricto de los deberes de estado y el examen cotidiano. El tratado del Amor de Dios, la Introducción a la vida devota y una gran colección de cartas aún hoy día producen saludables efectos en cuantos desean santificarse. Modelo de paciencia y mansedumbre
Es admirable su benignidad: tenía «mano de hierro con guante de terciopelo». En su residencia de Annecy daba libre entrada, como Buen Pastor, a todos, sobre todo a los más pobres, oyéndolos a cada uno con bondad y comprensión. Le tenían como dechado de mansedumbre. Esa dulzura que parece natural en él es fruto del vencimiento, pues tenía un genio vivo e impetuoso que le costaba mucho reprimir; a la menor palabra se le subía la sangre al rostro, pero después «Si alguno me arrancase un ojo, no podría menos de mirarle amorosamente con el otro”, pues temía «perder en un cuarto de hora la poca dulzura que había logrado almacenar poco a poco – como rocío- en el vaso de mi corazón».
Hacia el fin de su vida fue a París. Allí se dio de lleno a la predicación. Tuvo el gozo de conocer y encomendar el cuidado espiritual de su obra a San Vicente de Paúl. Murió el día 28 de diciembre de 1622. Poco antes había dejado su testamento espiritual, dirigido a las Salesas: «No deseéis nada, no rehuséis nada, a ejemplo del Niño Jesús en la cuna».
Doctor de la Iglesia. Es patrono de los periodistas católicos. San Juan Bosco lo escogió como protector de su obra: los Salesianos.