Teología de la liberación, ¿quién se acuerda de Medellín y del episcopado latinoamericano que en 1968 flagelaba a los ricos y les hacía responsables de provocar las revoluciones por hallarse en situación desesperada? Fue la época en que los misioneros iban a predicar la liberación del obrero de la esclavitud del empresario. Tomaron como modelo a Moisés, no a Jesús. Moisés, el libertador, enfrentado al Faraón egipcio. El líder bíblico pronto tuvo sus copias, la más llamativa, Castro en Cuba.
Hoy ya nadie predica la teología de la liberación. Hoy se predica la Teología de la Armonización de la Iglesia al Mundo. Se piensa que el hombre de hoy, ya es feliz en la opresión y sumisión al funcionariado y a los políticos. No necesita ser liberado. Es feliz a las órdenes de funcionarios y políticos, por vanas y caprichosas que sean. Y llega al culmen de su felicidad si alcanza el deseo ardiente de ser funcionario público: sueldo garantizado, pensión completa a los sesenta años, créditos garantizados, trabajo ordenado y sin mucha responsabilidad, etc…
Así es fácil comprender que la Iglesia ya no tenga jóvenes ilusionados por libertar a los pobres. Jesús vino al mundo con un programa que ilusionaba; hace cuatro décadas los seminaristas hablaban de América del Sur como continente a liberar, de África para sacar de la miseria. Sí, ya sé que había mucho interés por los cuerpos y muy poco para la salvación de las almas; pero al menos había ilusión. Pero hoy con la teología de armonizar la Iglesia a las conveniencias del mundo, apoyando por ejemplo los actos anti natura, o dando la comunión a divorciados y abortistas, entre muchísimas otras concesiones, se ha destruido todo afán de lucha por la Verdad. La Iglesia se conforma con ser un apéndice de la beneficencia pública.
¿A quién ilusiona esto?
Jaime Solá Grané