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LOS ANTECONCILIARES, NO ANTI…

El Papa Francisco  en la Carta apostólica  “Traditionis Custodes” pone fin a la celebración de la Misa Tridentina, que, salvo rarísimas excepciones, ya no se podrá celebrar. No cansaremos al lector con lo que ya habrá leído porque la noticia se ha difundido en muchos Medios.  Aunque vale la pena decir que la norma afecta a un porcentaje tan escaso de sacerdotes que uno puede dudar de si valía la pena el gran esfuerzo que ha hecho el Papa para esta derogación, cuando tantos problemas tiene la Iglesia. Él sabrá por qué lo ha hecho. Por desgracia, hay alguien que se frota las manos pensando que habrá cisma. Piensa que los rígidos, los anteconciliares, no aceptarán y se separarán como los Viejos Católicos de hace más de un siglo.

Los anteconciliares serán, sin duda, muy imperfectos, pero precisamente no son rígidos. Incluso los seguidores de Lefebvre reconocen que erraron al no obedecer. En general todos aceptaron la liturgia impuesta por el Concilio y  rezan con los libros litúrgicos promulgados por San Pablo VI y San Juan Pablo II.  La liturgia de la Santa Misa conforme al rito tridentino ha estado vigente durante siglos en la Iglesia; bajo ella se han santificado grandes santos; y ha sido obedecida por la práctica totalidad de los sacerdotes. Los anteconciliares, al mostrar su agrado por aquella liturgia, no han mostrado en modo alguno desprecio por la liturgia nueva, ya que son los primeros en comprender que está en la facultad de la Iglesia, y en consecuencia de los jerarcas, el cambiar, si creen que de ello va redundar mayor gloria de Dios y bien de las almas. Y obedecieron sin cisma alguno.

Lo mismo cabría decir de la ascética practicada antes del Concilio Vaticano II.  Instrumentos de penitencia como cilicios, disciplinas, ayunos, dormir en el suelo etc… han sido echados a la basura y los anteconciliares han aceptado. Sólo Dios juzgará el acierto o no de la relajación producida.

La rigidez se ha de juzgar desde otro ángulo. El de la obediencia. Precisamente porque el don del santo temor a Dios es propio de los anteconciliares, no se esfuercen en buscar en ellos amor propio, orgullo, que es esencial en la rigidez.  Ahora bien, sometiendo la voluntad  a la obediencia, como hacen, ¿no pueden mostrar gusto por la belleza de la liturgia de la Misa tridentina que tanto ha gustado a Santos de otros tiempos?

Estén tranquilos. El CISMA no vendrá por aquí. El Cisma ya ha llegado por esa cultura que ha partido la Iglesia, entre los que descansan en la certeza de la verdad de Cristo, dentro de su auténtica Iglesia, y los que, intentando armonizar la Iglesia con el Mundo, ceden en aspectos totalmente contrarios a la fe y a la Moral católica.

Jaime Solá Grané

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Noticias Cristianas

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