Artículo del día

LA FAMILIA CRISTIANA

Los católicos venimos insistiendo mucho sobre el genocidio del aborto y el terrible coladero de suicidios  en que se convertirá la aplicación de la eutanasia. Muy bien, pero hemos olvidado el daño que ha hecho a la institución familiar la introducción del divorcio, hará ya unos cuarenta años, precisamente de mano de un político que se creía católico.  El divorcio es la prueba de que la ABNEGACIÓN, propia del amor, ha desaparecido de la familia para dejar paso a la comodidad. El matrimonio católico se mantenía unido por la abnegación: la renuncia al querer propio para el bien del otro. La generación que hoy día  está formada por abuelos y la anterior a ésta,  mantuvieron en general la unión familiar, basada en el  aguante paciente que es la real y absoluta  demostración de  amor verdadero. Las generaciones posteriores no han aguantado. Si el marido se embriaga, o es aficionado al sexo, o al juego o a cualquier otra adicción, pronto se acude a la separación y al divorcio. Lo importante es que esté lejos del domicilio. Si la mujer es malgastadora, casquivana o no se somete a las exigencias del sexo, por ejemplo, la solución está en el divorcio.

Y esto se produce en católicos practicantes, que se sienten hijos de la Iglesia. Lo importante es la COMODIDAD, aunque para ello , sea preciso revestir la decisión como necesaria para  la protección de los hijos, sin querer pensar que los hijos aprenden más del aguante, o sea de la abnegación, que de prácticas piadosas , por buenas que sean. ¡Cuánto de disimulo por no reconocer que en  la separación del marido o de la mujer  está en realidad la comodidad! Hay infinidad de justificaciones para una separación o divorcio. Sobre todo, la mención del pasado, infidelidades etc…, No es la incapacidad de perdonar, sino el interés en separarse de la persona que ya no amo, y que me molesta.

Creo que la Iglesia debería mostrarse algo menos “comprensiva” y mucho más exigente con los fieles que han recibido la gracia sacramental del matrimonio. A los sacerdotes les falta hablar con más claridad y contundencia, sin tanta “comprensión”. No se trata de concordia, de

diálogo, sino de falta de amor verdadero, el que nos exige Dios, cuando fijó la regla del matrimonio y se instituyó la familia. La cruz es mantener el matrimonio unido a pesar de los defectos y de las infidelidades, a pesar de que un cónyuge sea un drogata, por ejemplo.

Luego, pasados años, los cónyuges divorciados se lamentarán de que sus hijos sean drogatas, vagos, inútiles…Pero ni aun así querrán reconocer  que ha sido por su falta de amor en el matrimonio. Me atrevo afirmar que si hubiera amor no habría ni una separación o divorcio. Si uno de los dos tiene aguante, o asea AMOR, no hay separación posible.

Jaime Solá Grané

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Noticias Cristianas

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