Por mucho que se quiera negar, la pandemia es un azote de Dios. ¡Qué fácil le ha sido al Creador del Universo humillar en cuestión de días la soberbia del hombre! Y cuando se canse de los horribles actos anti natura que el hombre legaliza y promueve, permitirá que la naturaleza se subleve, que los mares se desborden, que las montañas se hundan y que los volcanes arrojen fuego y lavas.
Es claro que el Señor ha conseguido, por medio del genocidio del aborto y sus derivados, o sea por medio de la libertad criminal del hombre, el bien de que muchísimas almas de niños no nacidos no vayan al Infierno eterno. Quizá sea esta la razón de la paciencia que tiene Dios con esta sociedad abortiva.
Nuestra razón no alcanza ver qué bien puede sacar Dios de la maldad de la eutanasia o de los actos contra natura. Por esto es de temer que frente a la eutanasia, aumenten las MUERTES REPENTINAS. Sin posibilidad del más mínimo acto de arrepentimiento. Y que la respuesta a los actos anti natura sea un castigo cada vez más contundente.
El azote de la pandemia se ha cebado en el pueblo más débil, en especial enfermos y ancianos. Los gobernantes, políticos y funcionarios, se han librado. Están tan seguros de su poder que piensan que ocurrirá igual con los nuevos castigos. Son los intocables. Se equivocan. Si este año muriera el Sr. Sánchez diríamos: “aquí está el dedo de Dios” que da y quita la vida a quien quiere y cuando quiere. Igual si mueren de repente otros grandes de la Tierra. Puede muy bien ocurrir que Dios no quiera castigar aún a toda la humanidad y que veamos el escarmiento en cabezas ajenas.
No olvidemos que Dios es el Dueño y que, cuando se cansa, liquida a los administradores infieles.
Jaime Solá Grané