«Existió un varón venerable, Benito, dotado desde su infancia de la sensatez y prudencia de un anciano. La santidad se anticipó en él a los años. Supo despreciar riquezas, honores y deleites». Así nos lo describe San Gregario Magno.
El que iba a ser «Padre de todos los monjes de Occidente·• nació hacia el año 480 en la ciudad de Nursia y descendía de la antigua nobleza sabina. Fue hermano de Santa Escolástica y en su hogar reinaba un intenso espíritu cristiano. A los 17 años se dirigió a Roma a terminar sus estudios.
Buscando soledad
El libertinaje y la inmoralidad de sus compañeros le produjeron verdadero espanto, y huyendo de la gran urbe se retiró al desierto de Subiaco. Vivió tres años como erm1taño en una gruta inaccesible, desde el fondo de la cual sólo se veía el cielo.
Muerto el abad de Vicovaro, los monjes fueron a suplicar a Benito que tomara el cargo que quedaba vacante: resistió al principio pero al fin se fue con ellos. Pronto les pareció el gobierno del santo demasiado austero y envenenaron el vino para librarse de él; pero Benito, antes de beberlo lo bendijo, como tenía por costumbre, y el vaso se hizo pedazos.
-«DIOS os perdone, hermanos», dijo el abad levantándose de la mesa. Y se volvió a su amada soledad del Subiaco. Pero la reputación de santidad de Benito se había extendido y pronto le llegaron discípulos de todas partes Iniciándose así la llamada «Escuela de Vida» de Subiaco, que comprendía los doce monasterios integrados en aquellas rocas y habitados por doce monjes cada uno con un Abad al frente. Benito desempeñaba el cargo de Abad General. Así se inició en el Occidente la vida cenobítica.
Camino estrecho de la abnegación
San Benito no se desvió del camino estrecho de las exigencias evangélicas. No se contentó con leer y conocer las palabras de Jesús: «El que quiera venir tras de mí, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga». A veces se nos echa en cara que los cristianos no vivimos según el Evangelio. S. Benito se nos muestra muy realista. Su Regla habla a personas decididas, animosas, que quieren alistarse seriamente para la lucha. Fijémonos bien en qué campo debemos combatir: ¿Tenemos apego a tal o cual comodidad? ¿Nos preocupamos del propio prestigio?
«No antepongas nada a Cristo»
San Benito, enseñándonos por la obediencia a ser hermanos, ha hecho de Europa la cuna de la Cristiandad. Frente a un mundo anárquico su obra irradia orden, luz, fraternidad, «educa para las relaciones sociales y la cultura». Pío XII le otorgó el título de Patrono de Europa. Murió como había vivido: orando intensamente y rodeado de su Comunidad, en el año 547.