Hace más de 10 años que casi a diario predico la vida y doctrina de Jesús a un grupo variado de personas, me decía un catequista, pero casi nunca las he visto conmoverse, traté el tema que sea, infierno, juicio de Dios, cielo, misericordia divina, a mor a la Virgen, sufrimientos de la Pasión…
Yo le escuchaba atenta mente un poco curioso por saber en qué acaba ría aquel desahogo. Pronto lo supe.
-.El problema del que predica la Palabra de Dios es su santidad personal. Cuando se trata de un santo sus palabras son siempre afectivas y efectivas.
Asentía yo, recordando un poco la vida de San Antonio Mª Claret, y la de San Juan Bosco. Mi amigo concluyó.
-.Hace pocos días hizo la predicación un sacerdote extranjero expulsado de su país, después de haber sido torturado y calumniad o: un sacerdote mártir. Escuché su predicación: fue muy simple. Sólo habló de que no teníamos que enfadarnos para nada… Bastaron diez minutos para comprobar que muchos lloraban y que luego querían estar con él.
Pensé ¡qué fuerza tiene la Palabra de Dios cuando la predica un santo !
Jaime Solá