Artículo del día Testigos de Cristo

TESTIGOS DE CRISTO

Unos 20 millones de mujeres deciden abortar cada año, pero, gracias a Dios, hay gloriosas excepciones a este asesinato legalizado:

Emilia Kaczorowska

La madre del Papa fue desaconsejada por los médicos a llevar adelante su tercer embarazo, que podría poner en peligro su integridad y la del niño, pero se negó, «dispuesta a sacrificar la vida por su hijo». Fue un embarazo difícil, pero con éxito. Años más tarde tuvo complicaciones de corazón y riñón, y murió cuando Karol Wojtyla contaba sólo ocho años. Fue, sin saberlo, una gran bienhechora de la humanidad.

La beata Gianna Beretta Molla. Mártir de la maternidad.

Nació en Magenta (Italia) el 4 de octubre de 1922 de padres profundamente cristianos. Era décima de trece hermanos. Fue médico pediatra.

A los 16 años hizo Ejercicios Espirituales, que orientaron definitivamente su vida. Escribió: «Quiero temer el pecado mortal como si fuese una serpiente. Mil veces morir antes que ofender al Señor».

Se casó en 1955 con el ingeniero Pedro Molla, después de prepararse a recibir el sacramento del matrimonio practicando un retiro espiritual de tres días junto con su futuro esposo. Su sueño dorado: tener muchos hijos.

En el tercer mes del cuarto embarazo se le presentó un fibroma (tumor) en el útero; era el principio del holocausto… Aceptó que le practicaran una intervención para quitarlo, si no había riesgo de aborto. Antes había manifestado: «Quiero que se proteja la vida de mi hijo antes que la mía. Estoy dispuesta a todo con tal de salvar su vida». La niña nació sin problemas.

Sus sufrimientos se multiplicaron desde entonces. Después de larga agonía murió el 28 de abril de 1962, víctima gloriosa de la maternidad.

Carla Levati

El 26 de febrero de 1993 moría, a los 28 años, de cáncer de útero. Podía haber optado entre interrumpir su tratamiento y dar a luz a su hijo, o matarlo y seguir su tratamiento. Le advirtieron que su vida estaba en grave peligro. Poco después de dar a luz falleció.

Desde hacía tres años le habían diagnosticado un tumor maligno. Fue operada, con tal buen resultado que no descartó la posibilidad de tener un nuevo hijo.

A finales de 1992 se le detectó una metástasis que había afectado a la espina dorsal. Podía hacer tres cosas: abortar, someterse a tratamiento sin abortar, pero con riesgo para su hijo, o esperar a que naciese para someterse inmediatamente al tratamiento. Su esposo dejó que ella eligiese. Carla le comunicó su decisión: «Yo no haré nada que pueda dañar a nuestro hijo. Así le daré el mayor signo de mi amor: mi vida».

María Antonietta Perretta. «Merece ser símbolo de la Pascua, porque de una muerte sale la vida».

Ama de casa en Potenza, al sur de Italia, se había casado en 1991. Pronto tuvieron una niña, ahora de cuatro años. Vivían felices. En 1993 volvió a quedar embarazada. Se le encontró un cáncer muy avanzado y peligroso (carcinoma renal). Le aconsejaron que abortara para empezar cuanto antes el tratamiento contra el tumor. Ella se negó rotundamente. Su hija tuvo un nacimiento prematuro por cesárea. María nunca se arrepintió de su decisión. Había cambiado mucho por su enfermedad, pero seguía alegre y optimista y jugaba con las niñas cuando iban a verla al hospital. Murió el Jueves Santo de 1994 tras haber dejado un gran ejemplo de valor.

¿Heroísmo? Simplemente cumplieron el derecho natural de no matar. Ese principio de Derecho Humano que tantos gobiernos violan.

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