8 de septiembre de 1936. Madrid.
– «¿Quién es la Superiora?» La Madre avanza. Viste de negro; de su cuello pende un gran crucifijo que ni por un momento intenta ocultar.
– Yo soy la Superiora-, dice.
El miliciano apunta a la Madre con un enorme pistolón que apoya en el respaldo de la silla para mayor comodidad. La Madre, sentada frente a él contesta serenamente a sus preguntas:
– Sí, somos monjas; somos las Carmelitas del Cerro de los Ángeles.
-¿Cómo no tienen miedo? ¿Cómo pueden estar así, tan contentas, en medio de tantos peligros, con tanta pobreza, sin tener nada de nada?
La Madre explica:
– Es Dios quien lo hace todo. No tenemos miedo porque estamos deseando dar la vida por Él.
La serenidad y dulzura de la Madre Maravillas acaban templando la ferocidad de aquel sangriento anarquista. ¿Quién era aquella Carmelita que irradiaba tan dulce y amable caridad con los que querían matarla?
Era una verdadera Carmelita
Maravillas Pidal nació en Madrid en noviembre de 1891, año del tercer centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. El 12 de octubre de 1919 había ingresado en el Carmelo de El Escorial.
Pronto mostró devoción por Santa Teresa de Ávila. Quiso no sólo volver a los orígenes de la reforma teresiana sino también recuperar los lugares sanjuanistas. En la fundación del convento de Mancera (abril de 1944), lugar santificado por la presencia de San Juan de la Cruz durante varios años, contaba en una carta a sus monjas el gran gozo de esa fundación: «Fue una locura todo lo que gozamos, creí morir en la procesión, al ver que se paseaban sus reliquias por estos claustros, llevados con todo amor por estas sus pobres hijas… «· Y termina con pena: «Ahora, que la gente no tiene idea lo que es nuestro Santo Padre. Es necesario que lo conozcan, lo amen y lo imiten«.
El Sagrado Corazón
Su gran devoción fue el Corazón de Jesús, que está enraizada en los grandes dogmas de nuestra fe e insistentemente recomendada por los Sumos Pontífices. Ella no se quedaba en la superficie de las cosas. Penetró, con la ciencia de los santos, en este Corazón, Abismo de todas las virtudes, fuente de vida y santidad; en este Corazón aprendió a amar a Dios sobre todas las cosas y con todo su ser y, como desbordamiento de este amor, amó a los hombres sin distinción.
Asimiló profundamente y vivió con decisión las aspiraciones del Vaticano 11 en relación con la vida religiosa, pero sin admitir como voluntad de la Iglesia la marea de juicios y criterios insensatos de los años postconciliares que derribaba los muros de los monasterios y caían como vendaval en las Comunidades Religiosas.
A la Madre le dio un gran dolor dejar su amado Cerro de los Ángeles (su primera fundación). Dios la había escogido para una gran labor: las vocaciones aumentan y tendrá que sembrar de «palomarcicos de la Virgen la geografía de España, donde muchas almas, inmoladas y escondidas a los ojos del mundo, atraigan un torrente de gracias de Dios para la Iglesia y todos los hombres. Al Cerro de los Ángeles sucedieron otras nueve fundaciones de Descalzas en España y una en la India.
El11 de diciembre de 1974 moría en olor de santidad en la Aldehuela.