Hijo de un pobre obrero, tuvo que dejar sus estudios para ganarse el pan. Empezó a trabajar como periodista a los 17 años. Pronto adquirió fama. Se distinguió por su penetración de juicio y extensa cultura. Sin embargo, la religión estaba ausente. No la sentía ni conocía, pero estaba inquieto porque comprendía que sus facultades debían ponerse al servicio del más noble ideal. Por esto esperaba darse a la primera gran causa que le cautivase.
A los veinticuatro años fue a Roma. Allí todo le agradó. Su amistad con los esposos Féburier le hizo descubrir lo que es el seglar cristiano. No le daban sermones religiosos: le mostraban la religión con su vida. En la iglesia los dos esposos se arrodillaban y rezaban. Veuillot hacía lo mismo. En su interior algo iba cambiando, también su juicio sobre hombres e instituciones. El ambiente volteriano en que había vivido se le revelaba en su vacuidad moral. Aquellos amigos le presentaron al P. Rosaven, un apóstol con quien sostuvo extensas discusiones para salir de sus dudas.
Durante la Semana Santa Luis se confesó e hizo su «Verdadera Primera Comunión». Escribió: «Yo no abandoné la familia y la patria e hice tan extensos proyectos de viaje sino para marchar a Roma, y allí abjurar de golpe de toda mi vida pasada sobre el umbral de un nuevo porvenir». Con los Féburier visita al Cardenal Fesch. Comentan la cristiana muerte de su sobrino Napoleón. El Cardenal dice con sencillez: «Aquel a quien Dios humilla, se salva. La expiación es el signo de la misericordia». El Papa Gregario XVI es informado de que Veuillot había llegado indiferente a Roma y se marchaba católico. Le recibe en audiencia. Su paternal acogida cautiva a Luis y deja un surco en su alma.
De vuelta a Francia, su país natal, se dedicó de lleno a la causa católica, que tenía pocos partidarios activos. Durante cuarenta años tendrá que combatir por la religión contra un sinnúmero de adversarios. Escribe numerosos libros y utiliza el periódico L’Univers, que se convierte en el principal órgano ideológico del partido católico. El choque no se hizo esperar: el público tenía sus prejuicios, no consentían que los católicos mostrasen osadía, talento ni ingenio, cualidades que Luis tenía en grado sumo. Conquistó grandes adhesiones a la vez que odios irreconciliables. Muchos le echaban en cara llevar demasiado lejos su intransigencia doctrinal y que defendiese tanto a la Iglesia. Combatía el librepensamiento de carácter filosófico y al mundo liberal, que pretendía «reconciliar a la religión con el modernismo».
Luis Veuillot no se declaraba a favor o en contra de partido político alguno, sino que apoyaba o atacaba a los gobiernos según el modo con que trataban a la Iglesia. Anuncia la proximidad del Concilio Vaticano 1 y defiende la infalibilidad pontificia.
Murió en 1883. Poco antes había confesado humildemente: en el buen Jesús. Porque en la tierra yo no me he avergonzado de obedecer su ley. Él, en el día final, no deberá avergonzarse de mí ante el Padre que está en los cielos«.