Artículo del día Testigos de Cristo

TESTIGOS DE CRISTO Las Carmelitas de Guadalajara

Mártir es una palabra griega que significa «Testigo”. Los primeros santos que recibieron culto fueron los mártires. Desde los primeros siglos de la Iglesia han sido abundantes las almas que con la gracia de Dios se entregaron a terribles suplicios por amor a Jesucristo.

Así pasó con estas carmelitas (Sor María del Pi­lar, Sor Teresa del Niño Jesús y Sor Mª Ángeles de San José), en este mismo siglo XX: llegaron hasta el extremo de dar la vida por Él.

Tres vidas sencillas

Las tres crecieron en familias hondamente cristianas, en que florecieron abundantes vocaciones. María Pilar recuerda que aprendió a rezar antes casi que, a andar y hablar, y la mejor lección que aprendió de sus padres fue el amor a la virtud. Ya monja, se entregó de lleno al Señor y a hacer el bien a sus Hermanas. Era modesta, trabajadora, humilde, y con una obediencia poco común. Cuando llegó el momento en que se cernían días difíciles sobre España, se ofreció a la Priora: «Madre, yo me ofrezco como víctima por V. Reverencia y por toda la comunidad».

Teresa del Niño Jesús era muy alegre y caritativa. De niña leyó la << Historia de un Alma», de Santa Teresita, que fue decisiva para su vocación. Fue muy fiel al Plan de vida hecho al inicio de su vida religiosa. Destacó en la caridad, por su espíritu de trabajo y de abnegación, su espíritu misionero y su gran amor a la Eucaristía. Llamaba »Baños de Sol>> a los ratos de oración ante el Sagrario.

Sor Mª Ángeles, la tercera monja mártir perdió a su madre cuando ella aún era pequeña, pero decía: «La Santísima Virgen hace sus veces, pues me he encomendado a Ella y la he tomado por Madre». Colaboró con el P. Juan Vicente de Jesús en «La Obra Máxima» de Getafe. Muchos testigos dicen que era sufrida, ecuánime, amante del silencio, y con un amor apasionado por las misiones: todo lo ofrecía por la salvación de las almas. Tres vidas heroicas.

El vivir de cada día, momento a momento la fidelidad a Jesucristo, y más aún cuando se vive »contra la corriente» de un mundo paganizado, es -y les sirvió de preparación para él- un verdadero martirio. Sus Hermanas de Comunidad decían:

«El martirio de las balas se va preparando con el martirio diario; morir gota a gota, para que, cuando Dios lo pida todo, se lo podamos dar en un momento».

La toma de Guadalajara por los rojos en julio de 1936 hizo que la comunidad del Carmelo de San José huyera del convento. Se repartieron, vestidas de seglar, en varias casas. Salen tres de ellas… por la calle las descubren los milicianos rojos y disparan. Murieron con las palabras «Viva Cristo Rey« en los labios, acribilladas a balazos, y perdonando a sus asesinos. En sus vidas hay varios puntos que el Santo Padre ha destacado:

– El gran valor del ambiente cristiano de la familia para la maduración en la fe de sus miembros.

– El tesoro que es para la Iglesia la vida contemplativa, en seguimiento de Cristo orante, que es anticipación de la futura gloria celestial.

– La herencia que dejan los mártires a la Iglesia, llevando en los labios palabras de perdón a los que los persiguen.

– Y una llamada a la heroicidad constante en la vida cristiana como testimonio de una fe valiente, sin contemporizaciones pusilánimes ni relativismos equívocos.

Vemos que el martirio -testimonio límite en defensa de la fe es considerado por la Iglesia como un don eximio y como una prueba suprema de amor, mediante la cual un cristiano sigue los mismos pasos de Jesús, que aceptó libremente el sufrimiento y la muerte por la salvación del mundo. Aunque el martirio sea un don concedido a unos pocos, todos debemos estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres, sobre todo en los períodos de prueba que nunca faltan a la Iglesia>>

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Noticias Cristianas

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