Sin dejar de arbitrar y recomendar todos los modos que nos parecen más aptos para crear la verdadera paz y concordia fraterna y restaurar un orden recto y unos principios cristianos, no podemos menos de confiar principalmente en Dios y levantar a Él nuestras manos suplicantes y exhortar a cuantos hijos en Cristo tenemos esparcidos por la tierra a que más y más aumenten sus piadosas oraciones… Y puesto que todo podemos esperarlo de María, deseamos que a Ella acudan todos… Corran suplicantes a su altar, de la mano de sus padres, los niños y niñas, cuyas oraciones cándidas y confiadas no pueden menos de ser gratas a la benignísima Madre de Dios y Madre nuestra. (Epístola Dum saeculum, 15, 4, 1942)
Hemos denunciado una vez más la realización de un temible plan para arrancar radicalmente de las almas la fe de Cristo, para la invasión del mundo por parte del enemigo de los hombres y de Dios. Y son hombres –hombres dignos de compasión- aquellos que sirven como instrumentos para esta obra destructora. Existe actualmente una lucha que crece diariamente en proporciones y violencias, y es necesario que todos los cristianos, pero especialmente los militantes católicos, estén en pie, y combatan hasta la muerte, si es necesario, por la Iglesia su madre, y con las armas que están permitidas.
Hablamos de la lucha que el mal, en sus mil formas distintas, combate contra el bien; lucha del odio contra el amor, del vicio contra la pureza, del egoísmo contra la justicia social, de la violencia contra la vida pacífica, de la tiranía contra la libertad… Bajo la mirada de María, Reina de las victorias, disponeos a vivir en un clima de general movilización, prontos a cualquier sacrificio, prestos a cualquier heroísmo. (RM a Acción Católica italiana 8-12-53)
A Ella encomendamos todos los que han dejado la casa del Padre, de suerte que vuelvan a encontrar la fe en Dios y conseguir de nuevo su paternal amor. (Discurso 2-05-54)
En el mundo de hoy, lleno de insidias y peligros, son muchos los que luchan con denuedo por esparcir el error entre los fieles. Una audaz propaganda, abierta o solapadamente, se infiltra entre los católicos con el fin de apartarlos de la fidelidad debida a Cristo y a la verdadera Iglesia, e incluso de arrancar de sus almas la fe. Y, por desgracia, entre los que valerosamente defienden sus creencias no faltan quienes las abandonan. ¡Cómo han de disgustar al Corazón de María estas defecciones! Ella, que nos dio la causa de nuestra redención, Jesucristo, velará por la firmeza de la fe de los fieles y les iluminará para que conozcan los ardides del enemigo. (Ep. “La piedad” 13-08-54)
Pío XII